Poco ha durado la tragedia de la prisión hondureña de
Comayagua en los titulares. Honduras nos queda demasiado lejos y, además, son tan
pobres que, como diría más de uno, estas cosas tienen que pasar. Sin embargo,
la tragedia de ayer se llevó por delante la vida de 377 reclusos, la décima
parte de las víctimas del World Trade Center, de las que aún hoy, y con razón,
seguimos hablando.
Se nos olvida que no hace tanto que nuestras prisiones
estaban más cerca de Comayagua de cómo están hoy en día. Se nos olvida también
que, con unos cuantos recortes aquí y allá podrían volver a ser lo que fueron.
Más allá de lo que originase el fuego -cada vez parece más
claro que fue un cortocircuito- la tragedia nos plantea el conflicto entre los
reglamentos, el orden, la seguridad y la autoridad, enfrentados a la compasión,
la humanidad, y los derechos. Se quejan los presos que en el mejor de los casos
tuvieron que escuchar los alaridos de dolor de sus compañeros que se abrasaban
mientras rompían sólo con sus propias manos el techo de las celdas por el que,
afortunadamente, pudieron salir.
Honduras, como toda Latinoamérica, carece de prisiones mínimamente
habitables. El hacinamiento, la corrupción y la violencia son el teatro de
grandes tragedias y grandes negocios. Los funcionarios inhumanos, sádicos y
corruptos no son la excepción y tienen las espaldas cubiertas por gobiernos que
consideran las prisiones el sumidero por el que hacer desaparecer los desechos
de la sociedad que ellos mismos, con sus injusticias, generan.
Alguien decidió ayer no abrir las celdas de los reclusos.
Probablemente aplicó el reglamento, su reglamento, hoy hay 377 muertos que muy
probablemente estarían vivos si se hubiesen abierto las rejas.
Estoy seguro de que alguien encontrará una excusa para hacer
lo que se hizo. También estoy seguro de que el responsable no pisará una celda
de esas sobre las que imponía sus criterios.
LO de ayer fue una tragedia que debería enseñarnos a ver qué
es lo que ocurre cuando dejamos de lado sentimientos como la piedad, la
compasión, la solidaridad y, sobre todo, la justicia.
Mientras tanto, en las ondas ya no se habla de Comayagua.
Moody's, la Bolsa y la Economía en general han pasado por encima de sus
cenizas, sin que hayamos aprendido nada.
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