miércoles, 4 de marzo de 2020

FEMINISMOS


Dentro de cuatro días se conmemora el Día Internacional de la Mujer, instituido por Naciones Unidas hace treinta y cinco años como una jornada de reivindicación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. En la católica España, ese día, el ocho de diciembre, se conmemoraba desde que tengo memoria el día de la Inmaculada Concepción y, hasta que el Corte Inglés decidió llevárselo al calor de mayo, el Día de la Madre, toda una ironía, dada la extraña forma en que, eso nos cuentan, quedó preñada la madre de Jesús.
Durante todos esos años anteriores, se antepuso el papel de madre al de mujer y sus derechos se vieron relegados en el hogar, en el que cínicamente se las nombraba "reinas por un día", a ese "por fin me siento", después de servir tres comidas, limpiar y organizar la casa, hacer la compra con el dinero que, lo ganase quien lo ganase, administraba el marido y de aguantar impertinencias de los hijos y del propio marido, eso si no andaba limpiando casas, escaleras y colegios para que la familia llegase a fin de mes.
Hoy, afortunadamente y al menos sobre el papel, todo es distinto y, sin embargo, lo peor de aquellos años continúa persiguiendo a las mujeres dentro y fuera de casa. En el trabajo, con esos sueldos más bajos que los de sus compañeros varones, con esos "techos de cristal" que es impiden llegar al lugar en que se toman las decisiones, en la calle, convirtiéndolas en objetos e instrumentos para el placer y ,el abuso de esos machotes que no renuncian a verse como amos y señores de esos "seres inferiores" que, creen, están en el mundo para darles placer y alimentar su ego, siendo poco más que cabezas de ganado que pastorea con orgullo en bares y discotecas, y, por último, .
Afortunadamente, al menos aparentemente, en este país las cosas han cambiado mucho en los últimos años. España ya no es ese país en el que hace apenas cuarenta años, una mujer necesitaba, para abrir una cuenta corriente, recibir una herencia, trabajar, viajar al extranjero, sacarse el carné de conducir o trabajar, el permiso del marido, si es que estaba casada, o el de su padre o tutor. Ese país no es ya el mismo en el que el adulterio estaba castigado con prisión, aunque sólo se castigase a las adúlteras, ni ese país en el que los embarazos no deseados se "curaban" en clínicas de Londres o Ginebra, según el caché de la preñada, o se deshacían en cocinas o lugares más sórdidos, con peligrosas "técnicas", en manos de "aborteras" sin preparación alguna y sin la más mínima garantía de supervivencia para esas pobres mujeres que no pudieron "juntar los cuartos" para viajar a lugares donde el aborto no era ya un crimen y era a veces un negocio, o no pudieron encontrar la excusa para justificar esos dos o tres días de ausencia.
Hoy, con más entusiasmo que cautela, se hacen leyes necesarias, aunque no siempre acertadas, hijas a veces del entusiasmo y de las prisas, que, sin embargo, tienen el respaldo de la calle, aunque deban pasar por "el taller" para limar cuantas aristas demasiado vivas y peligrosas les han quedado, pero, dicho está, cuentan con el entusiasmo de la calle, como se demostró hace un año y se volverá a demostrar el próximo domingo, un entusiasmo al que, paradójicamente, quiere sumarse esa derecha en continua campaña que, a un mes de las primeras elecciones tras la coalición de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos, como la tía Serafina, "no sabe si se mea o se orina".
Lo digo porque, después del lamentable espectáculo que dieron Inés Arrimadas y los suyos con su inoportuna presencia en el pasado desfile del Orgullo Gay, es ahora el PP quien, como anunció ayer su portavoz y, ahora, "amazónica "feminista, Cayetana Álvarez de Toledo, quiere participar en las marchas feministas del domingo, porque, dijo, ya está todo solucionado y lo está gracias sobre todo a los gobiernos del PP.
¡Qué vergüenza! Me temo que su único interés, como el único que tuvo Arrimadas, es el de provocar y victimizarse ante la intransigencia de las izquierdas, porque, me pregunto qué pinta en esa fiesta el partido que no hace tanto pretendió reinstaurar de la mano de su entonces ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, una ley reguladora del aborto que haría las delicias del tío de Aba Botella, el catedrático de Obstetricia que excluía de su asignatura las técnicas para practicar abortos seguros. Feminismo de lucha continuada desde hace décadas, uno, y feminismo oportunista y de última, el otro, que parece haberse dado cuenta ahora de que las mujeres piensan y votan.

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