Dicen, aunque no hace falta decirlo, que, para caminar. hay
que comenzar por poner un pie delante, luego, claro, hay que poner el otro,
pero lo fundamental es primer ese primer pie, dar ese primer paso al que luego
seguirán otros. Casi siempre es difícil ar ese primer paso, porque lo fácil, lo
cómodo es no moverse, quedarse quieto rumiando las propias convicciones, ciego
y sordo a cualquier cosa, a cualquier idea, a cualquier diálogo que lleve
a la duda.
Ese quedarse quieto lleva el premio del beneplácito de
quienes están bien como están y prefieran que nada cambie, los que creen
que lo suyo no va a acabar nuca y olvidan que dura siempre es el tiempo.
Por eso hay que moverse, conocer otros puntos de vista y, sobre todo, escuchar,
escuchar al otro y hacerlo cara a cara, sin cámaras ni micrófonos, decirse las
cosas a la cara, sin intermediarios que, siempre, con el más mínimo matiz, con
el énfasis con que se traslada el mensaje, ya lo están tergiversando.
Hacía falta que "los de Madrid" se viesen con
quienes se dicen "los catalanes"., hacía falta que se escuchasen, que
se dijesen las cosas, así como lo han hecho, entre cuatro paredes, sin
tergiversación posible, para que España y Cataluña, si es que son cosa
distinta, sientan que existe un futuro, un futuro posible, que habrá que
escribir a cuatro manos, porque lo evidente es que desde la ira, desde el
enfrentamiento, es y será imposible construir nada.
No sé si lo de ayer ha sido un punto de inflexión. Lo cierto
es que de la reunión apenas salió otra cosa que el compromiso de mantener
encuentros cada mes, al margen de las elecciones y los presupuestos de aquí y
allá, nada más y nada menos. Para mí, suficiente, porque el hecho de que la
reunión no acabase abruptamente me bastó, más si, como digo, se anunció que habría
continuidad y, ya se sabe, el roce hace el cariño.
La "desleal" oposición, incapaz, después de más de
dos años, de admitir que los españoles ya no les quieren tanto como alguna vez,
para nuestra desgracia, les quisieron, afila sus colmillos como un perro loco
en dos únicos troncos: Venezuela y Cataluña, y lo hace hasta el aburrimiento,
sin darse cuenta de que aquello que puso en marcha el PP de Aznar, la
judicialización de la política, que no es otra cosa que el recurso al pataleo
de quien tiene poco que ofrecer, porque el pasado le persigue.
Para mitigar el enconamiento a que han llevado las malas
decisiones del PP, en el gobierno y en la oposición, van a pasarle factura una
y otra vez y sólo cambiando de actitud, uniéndose a quienes buscan una salida a
un problema grave que lo puede ser más, podrá crecer en Cataluña y pasar a ser
parte de la solución, una solución en la que también el PP es necesario, pero,
para que eso sea posible hay que dar un paso, el primero, en la dirección
adecuada.
Un pie primero y, detrás el alto, despacio, sin pausas,
porque "piano piano, si va lontano" y, ahora, la distancia es ya
mucha.
Debo añadir que, mientras esto escribo, escucho a Felipe
González y José María Aznar echándose flores entre ellos, quién lo diría, y
dando arcadas por la reunión de ayer, que consideran poco menos que
apocalíptica. Y, ante eso, sólo puedo decir lo que otras veces ya he dicho
"teme a los viejos, porque no tienen futuro".
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