miércoles, 26 de febrero de 2020

TELEVISIÓN, CORONAVIRUS, GRIPES Y SARAMPIÓN


Si alguien hubiese querido humillar al hombre moderno, ese que sin conocer el entorno de su ciudad viaja miles de kilómetros todos los años, para correr tras una banderita junto con decenas de iguales de monumento en monumento, de paisaje en paisaje, para hacerse el correspondiente selfi y una nueva muesca en el pasaporte, si alguien lo hubiese pretendido, no habría hallado mejor modo de hacerlo que poner juntos un virus desconocido, no demasiado letal aunque bastante raro y unos medios de comunicación ávidos, necesitados por la presión de sus accionistas de atraer a las audiencias con lo que, aparte del sexo, mejores resultados da en los audímetros: el miedo.
La fórmula ha funcionado y, a base de repetir conexiones con fachadas de hospitales, de "dar paso" a enviados especiales escondidos tras mascarillas, de repetir en bucle el traslado de ese único enfermo que tuvo la desgracia de ingresar en un hospital como "sospechoso" de haberse infectado, a base de miedo han sacudido, o lo están haciendo, las estructuras de esta sociedad alegre u confiada, en la que nos ha tocado vivir.
Nos han dicho que no hay que pagar impuestos, haciéndonos creer que el dinero de los impuestos iba a estar mejor en nuestros bolsillos, para un viaje o unas vacaciones lejos, muy lejos, que financiando una sanidad capaz de combatir epidemias y curar a los enfermos de siempre. Se nos ha dicho que es mejor un crucero o un viaje a china que contribuir a prevenir las enfermedades con investigación y con vacunas, muchas veces rechazadas por la soberbia egoísta de quienes confunden la libertad con el capricho sectario y la ciencia con la lectura rápida e inconsciente de unas cuantas páginas sectarias en la red.
Hace unas semanas, una mañana, nos despertamos con la aparición de un virus extraño en una ciudad de China, una información tardía, porque a las autoridades chinas no les convino, cuando supieron de él, tomar las medidas precisas. Luego, esas mismas autoridades se encargaron de mostrarnos en todos los telediarios su capacidad para levantar hospitales en semanas, aunque llegaran tarde, nos enseñaron sus robots para repartir comida a los enfermos, porque se habían quedado sin personal, los drones para vigilar y fumigar barrios enteros, algo que podría haberse evitado haciendo caso a aquel médico que alerto sobre la virulencia del maldito virus.
Luego llegó la histeria, la suspensión del Mobile World Congress, por poner un ejemplo, mientras se celebraban otras ferias parecidas, decisiones contradictorias e informaciones tan imprecisas que, si alguna vez tuvieron la intención de tranquilizar a la población, que lo dudo, están consiguiendo todo lo contrario. Sabemos poco, porque nos cuentan poco, pero tememos mucho, nos tememos lo peor, porque quien debiera tranquilizar y hablar sólo de certezas, la OMS, se dedica, lo hace su máxima autoridad, a especular en ruedas de prensa que más parecen las que se celebran tras un partido de fútbol que de un organismo tan caros y que tiene asumidas tan graves responsabilidades. 
Me temo que, como ocurrió con la Gripe A nos "venderán" una vacuna, quizá tan inútil como lo fue aquella, que sólo sirvió para llenar los bolsillos de las grandes farmacéuticas.
Vivimos angustiados porque a nosotros, los "blanquitos" de occidente nos confinan en hoteles o en cruceros por nuestra mala cabeza, o mala suerte, de viajar a las zonas donde está el virus, que cada vez son más, y nos dejamos verdaderas fortunas en comprar a precio de subasta mascarillas o geles hidroalcohólicos para desinfectar nuestras manos, algo que deberíamos hacer a diario y no lo hacemos, mientras negamos ayuda y atención a la grave epidemia de sarampión que está acabando con la vida de miles de niños en África. Pero, claro, eso es otra cosa, harina de otro costal, porque tanta muerte no sale en los telediarios y no nos interesa.

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