Casi por sorpresa, como supimos de las acusaciones que unas
cuantas compañeras hicieron contra él, Plácido Domingo acaba de admitir en un
comunicado toda su responsabilidad sobre los hechos, acoso sexual desde su
posición a esas mujeres que sólo años después fueron capaces de hacer públicas
esas encerronas y esos tocamientos en los camerinos, esos encuentros "que
no podían rechazar" de quien podía ser un magnífico padrino para sus
carreras.
En la nota del que fuera director de las óperas de
Washington y Los Ángeles admite su responsabilidad en el dolor causado a esas
mujeres y enriende ahora el miedo de todas esas mujeres a denunciar ese acoso
del que fueron víctimas. Este cambio de acritud de Domingo que, cuando
Associated Press dio a conocer los hechos en un reportaje con sus víctimas bajo
un lógico anonimato, se permitió decir que se habían malinterpretadas sus
galanterías y sus atenciones, está sin duda relacionado con el final de la
investigación llevada a cabo por el sindicato de la ópera norteamericana, que
ha comprobado el acoso en al menos o e comportamiento inapropiado con al menos
27 mujeres.
Curiosamente, la asunción de responsabilidad de Domingo se
hace pública un día después de la condena al productor Harvey Weinstein en el
caso que dio origen a aquel "me too", de que no cabe duda que el
"caso Domingo" es heredero, no porque, como han llegado a decir y a
escribir algunos, las víctimas viesen la oportunidad de "sacar
tajada" sino porque, en aquellas actrices que acusaron al productor y en
la cadena de velos y tabúes que fueron cayendo a propósito de algo que se
consideraba en cierto modo "normal", encontraron la fuerza para
denunciar sus casos.
Plácido Domingo ha visto las orejas al lobo y ya no vale eso
de que fue malinterpretado o lo de que han cambiado las costumbres y lo que
eran galanterías entonces sea ahora acoso, un asunto en el que su prestigio y
su carrera ya se han visto perjudicados y que muy probablemente acabará
afectando a su patrimonio, por lo que, probablemente la asunción de la culpa y
la petición de perdón sean una nueva estrategia para mitigar el hipotético
castigo que sobre él pudiera recaer.
Hasta aquí, de momento, lo que afecta a Domingo. Hablemos
ahora de "sus amigos" todos aquellos y aquellas que, sin atender a
las denunciantes, cerraron filas para defender su honorabilidad, tratando de
hacernos creer que todo era una campaña movida por la envidia y la codicia
llevada adelante por unas cuantas fracasadas que tomaban venganza en el tenor
por su falta de éxito.
He leído y escuchado demasiadas gilipolleces al respecto, he
tenido que sufrir no sin sonrojo como algunas cantantes descalificaban a las
denunciantes basándose en su experiencia con el acusado, he tenido que soportar
estupideces como a de que teníamos que defenderle porque Domingo es español
como nosotros, he entendido en alguna de estas declaraciones que, con otras
palabras, se llamaba "lagartas" a las denunciantes.
Sin embargo, lo peor, lo que más me ofendió, fue leer
verdaderas regañinas a Domingo por haber admitido los hechos, aunque
reinterpretándolos, a su favor, regañinas que en algún caso se permitían
recomendarle que cambiase de abogados, gente, unos y otros, a los que sólo les
faltó convocar una manifestación de afirmación patriótica. Qué dirán ahora, se
habrán puesto colorados, asumirán su parte de culpa por entender y defender a
un acosador sistemático como Domingo. Me temo que no, me temo que en el mejor
de los casos guardarán silencio.
Me temo también que ellos y ellas, cuando defendían al
tenor español, no defendían al compatriota o al artista, defendían su propio machismo, su concepción machista y jerárquica del mundo,
porque para ser machista y para entender a los machistas y a los autoritarios
no hace falta ser hombre o tener poder. Me temo, además, que, quizá con menos
orgullo, aunque "hay gente pa' to", los amigos de Plácido seguirán
con su machismo y dejándose querer por quienes dependen de sus decisiones,
simplemente porque ellos lo valen.
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