Si algo está dejando claro esta crisis sanitaria global que
estamos sufriendo es que, a los españoles, nos falta responsabilidad,
colectiva, pero, sobre todo, colectiva. Nos hartamos de echarnos flores como
pueblo responsable y solidario. Somos obedientes cuando se nos sujeta y
castiga, pero no lo somos cuando se deja en nuestras manos el más mínimo
resquicio para el incumplimiento. Mi maldad vengativa me lleva a pensar que
tenemos merecido lo que nos pase, pero, inmediatamente, caigo en la cuenta de
todo un país no merece pagar las consecuencias de la irresponsabilidad de unos
cuantos, no muchos, pero suficientes.
Ayer, sin ir más lejos, se hizo efectivo el cierre de
escuelas, colegios y universidades, para evitar la propagación del virus y
parece que a algunos, fundamentalmente universitarios, les faltó tiempo para,
ya desde la noche anterior, tomar el centro de Madrid y congregarse, bien
juntitos, en bares y terrazas del centro de Madrid, Y no sólo eso, porque a la
mañana siguiente las estaciones de tren o autobús se llenaron de universitarios
arrastrando maletas para, sin saber si estaban infectados, volver al pueblo a
repartir el riesgo entre familiares y amigos. También los parques se llenaron de niños sin colegio que reprodujeron al aire libre, no sé con qué consecuencias, el contacto que diariamente mantienen en su colegio. Eso por no hablar de quienes se ofrecen, previo pago o no, a montar guarderías improvisadas, en locales y domicilios sin control.
Hay irresponsables de todas las categorías y todos los
grupos sociales. Ayer, sin ir más lejos, en la cola de uno de los supermercados
en los que compro habitualmente, me tocó ver a un "caballero" bien
vestido, con ropa cara, de marca, una mascarilla y guantes de plástico
empujando un carro repleto de "acopios" innecesarios, botellas de
aceite, una docena, montañas de leche, pasta, sopas y conservas como para un
asedio. A su lado, yo con mis pechugas de pollo, mis cogollos de lechuga y mi
barra de pan, me sentía violento y con ganas de decirle al buen señor que a lo
mejor se moría antes de comerse todo eso.
No sé quizá soy demasiado escrupuloso para esos actos
insolidarios de gente que, porque se lo puede permitir y aunque no sea
necesario, porque nunca van a faltar suministros, se lleva de las estanterías
lo que quizá necesiten ahora otros. Parece como si la gente se sintiese
mejor así, acaparando sin necesidad, llenando armarios y cajones en sus casas
con mascarillas y geles hidroalcohólicos que nunca va a usar, por el simple
gusto de tenerlos, dejando sin estas protecciones necesarias al resto de la
población.
Irresponsable, también, el diputado de Vox, Javier Ortega
Smith que, sabiendo que la epidemia ya se había declarado en la Lombardía Italia,
se fue a pasar unos días con sus hijos y regresó sin decir a nadie donde había
estado, pese a tener síntomas claros de la enfermedad, como quedó demostrado en
las grabaciones de la Asamblea que celebro su partido, en la que no dejo de
toser y moquear, además de repartir besos y abrazos. Ahora todo su grupo
parlamentario está en cuarentena y quizá algún que otro caza selfis de esos que
tanto le admiran. La irresponsabilidad de Ortega Smith ha obligado a restringir
el trabajo del Congreso y quién sabe si del ayuntamiento, porque en los dos
sitios tiene escaño, quizá porque no trabaja mucho en ninguno de los dos.
Irresponsables fueron también los sanitarios del hospital de
Alcorcón que, pese a estar prohibidas las concentraciones de médicos y
enfermeras, para evitar el contagio de personal tan necesario y crítico, se reunieron
en una cena y una fiesta en las que se produjeron contagios que, a estas horas,
con toda probabilidad se han extendido a los pacientes que trataron en sus
consultas.
Pero si hay un grupo de irresponsables, jaleados además como
héroes desde algunos medios de comunicación ese es el de los hinchas que se
concentraron a las puertas de Metalla, cuando se decidió celebrar el partido de
la Liga de Campeones a puerta cerrada para evitar contagios, o, peor aún, esos
casi tres mil hinchas atléticos que, sin pensar en nade, viajaron ayer a
Liverpool para ver jugar a su equipo frente al histórico club inglés. No os
quepa duda de que, si hasta ahora Reino Unido no estaba siendo castigado
severamente por el coronavirus, a partir de hoy lo estará, ni de que alguno de
los viajeros se traerá de allí la alegría de ver clasificado a su equipo y algo
más, con tos, fiebre alta y mucho peligro.
Alguien me ha dicho que, para extender la infección por todo
el mundo, bastaba con inoculársela a unos cuantos italianos y españoles que con
su poca cabeza se encargarían del resto, y quizá tengan razón, aunque hay
quienes además de irresponsables, están trufados de maldad, como el
estúpido Donald Trump que ayer cerró sus aeropuertos para impedir la entrada
del "virus extranjero", con la excepción de los del Reino Unido que, desde
anoche quizá ya no sean tan seguros. No estaría mal que "pelo fuego",
xenófobo donde los haya, empezase a toser también.
1 comentario:
Todos son actos irresponsables. Y que lamentaremos que por no ponerse en serio vamos a pasar una de las peores pandemias. Un abrazo.
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