Qué lejos quedan ya las elaboradas imágenes con que, en cada
crisis interna, el Partido Popular trata de mentir su unidad ¿De cuántas de
estas fotos se han esfumado parte de los protagonistas? ¿cuántos han caído en
desgracia o han tenido que desaparecer de la vida pública? Demasiados ¿Verdad?
Pues si eso ha ocurrido con el PP en el Gobierno, imaginad lo que puede dar de
sí el álbum familiar en la calle Génova, ahora que no hay cargos... ni sueldos
que repartir.
Alguien se tomó la molestia de hacer la cuenta en las horas
que siguieron al triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez y le salieron
nada menos que mil trescientos cargos de designación y, por tanto, oros mil
trescientos sueldos nada despreciables que dejarán de entrar en casa de los
cesados, algo que resulta trágico en algún caso, como el del ministro de
Economía, Román Escolano, que dejó la vicepresidencia del Banco Europeo de
Inversiones, para completar en el ministerio los dos años de legislatura que le
restaban a Rajoy y que apenas va a estar tres meses en el cargo, sin retorno
posible a su empleo anterior.
No es de extrañar, pues, que la ansiedad se haya apoderado
de muchos dirigentes del partido, ya que pierden cargos y puestos dentro y
fuera del partido, dada la tradición, en el PP y otras formaciones, de dar
refugio dentro de la formación o en las administraciones autonómicas a quienes
tienen que dejar el gobierno de la nación. Más, si se tiene en cuenta que se
abre un nuevo tiempo en el que la travesía del desierto para el PP puede ser,
con Ciudadanos en el panorama, mucho más larga, si no eterna, y que la pérdida
del poder puede ser definitiva.
Lo que está claro es que el modo de entender la democracia
interna que se estila en el PP no va a dar oportunidad a asistir a una lucha
abierta por el poder, como la hemos podido ver recientemente en el PSOE o en
Podemos. El dedo de Rajoy es mucho dedo y, ni siquiera la constatación de su
estrepitoso fracaso, la evidencia de su escaso conocimiento de la realidad o
todo el rencor acumulado frente al resto de formaciones políticas, van a
propiciar el relevo a corto plazo que su partido necesitaría.
Por todo ello, el partido se va a convertir en las próximas
semanas en la olla a presión que pueda dar un buen caldo a partir de los
despojos que hay dentro, o puede reventar poniéndolo todo perdido de odios y
reproches.
Dice un refrán castellano que "cuando falta la harina
todo es mohína" y creo que al PP, el partido de la prepotencia y la
soberbia, hayan vuelto los tiempos de la mohína, los tiempos de los reproches y
las divisiones y quién sabe si de la revancha de un Aznar, demasiado pagado de
sí mismo, incapaz de ver que es precisamente él quien está en el origen de la
corrupción que ha tumbado a quien se creía eterno, porque las urnas iban a
perdonarle los pecados que castigan y seguirán castigando los jueces.
Apenas queda ya nada que repartir, ni siquiera los
aforamientos, y en la calle Génova ya se oye crecer la mohína.
1 comentario:
Muy bien reflejado ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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