Las imágenes que este fin de semana han "invadido"
las pantallas de nuestros televisores no pueden ser más que bienvenidas,
porque, por primera vez en mucho tiempo, nos han permitido ver de cerca el
rostro de quienes, pretendiendo sólo vivir seguros o dar a sus hijos una vida
mejor y más feliz, han pasado muchos días con sus noches, siempre a la deriva,
en un mar que muchos veían por primera vez, del mismo modo que el seguimiento
exhaustivo de lo que, a su pesar, acabó por convertirse en un espectáculo nos permitió
conocer sus historias de dolor y persecución, sus sueños, y el horror, la
injusticia o la miseria de la que huyen.
Qué lejos quedan de esas vidas todas las historias de
violencia y delincuencia, de rufianes y ladrones con las que tratan de asustarnos
quienes lo único que pretenden es hacerse con nuestro voto, rebozado en miedo y
desconfianza. Yo no vi nada de eso en mi televisor. Yo lo que vi fue la
emoción, el miedo o el cansancio de quienes llevan días tocando su sueño con la
punta de los dedos, frente a las costas de Italia, un sueño que el infame
Salvini quiso borrar de un plumazo, porque era eso lo que convenía a su partido
fascista.
No. No son ellos los delincuentes, los que se echan al mar
en pateras, los verdaderos delincuentes son los dictadores y los señores de la
guerra de sus países de origen que, como perros de presa, defienden los
diamantes, el coltán o el petróleo que, a este lado del mar, facilitan nuestra
vida de dioses sin conciencia y mirar por encima del hombro as quienes todas las
noches sueñan con ese falso paraíso al que se asoman a través de la tele del
pueblo, igual que nosotros soñábamos, como en Bienvenido Míster Marshall, con
las casas con jardín y los "haigas" de los americanos.
Los delincuentes son esos y no los jóvenes, las madres que
ponen a sus hijos en una barca, como dice la Biblia que hicieron con Moisés,
porque el peligro está en tierra y no en el agua liberadora, No lo son, desde
luego, esos niños o las jóvenes embarazadas, muchas de ellas a su pesar o
violadas en el camino, que traen en su vientre el fruto y la esperanza de una
Europa multicolor, más justa y menos ensoberbecida.
Han sido muchas, demasiadas quizá, las emociones de este fin
de semana a bordo del Aquarius, han sido demasiadas expresiones de miedo y dolor,
demasiadas miradas cansadas y tristes, demasiado el desconcierto de quien lleva
ya muchos días sufriendo en el mar, sin que le dejen pisar la costa que ve
desde la borda del barco sucio y, necesariamente, mal pertrechado que comparte
a su pesar con otros seres tan asustados y tan esperanzados como ellos, sin que
gente de traje y corbata les deje pisar esas playas que son de todos.
La historia del Aquarius, en mayor o menor proporción, es la
historia de decenas de buques parecidos y podría haber acabado tan mal como
aquellas, incluso con la devolución del pasaje a los horrores de cualquier
puerto libio, pero quienes estaban a bordo del Aquarius tuvieron la suerte de
que los jueces de la Audiencia Nacional condenasen por corrupción al partido
que ocupaba el gobierno en España, la suerte de que, por primera vez en mucho
tiempo, la oposición a Rajoy, la de verdad, no la otra, se viese con ganas, que
motivos siempre hubo, para enseñarle la puerta de salida y de que lo hicieran.
Tuvieron la suerte de que quien estaba en el centro de esa operación, el
socialista Pedro Sánchez, no pudiera soportar la hipocresía de la vieja Europa
y, sin pensarlo demasiado y en contra de las "buenas costumbres",
ofreciera los puertos españoles para el atraque del Aquarius y el desembarque
de los centenares de refugiados que hace cinco días llevaba a bordo. Algo que, probablemente, a Mariano Rajoy no se le hubiese pasado por la imaginación
Toda una suerte para los náufragos, pero más aún para
nosotros que por fin y a su lado hemos podido conocer sus historias y sentir su
dolor. Toda una suerte para la propia Europa, que estos días se ha visto sacudida y avergonzada por el gesto de España. Toda una suerte ver por fin las lágrimas de alegría de los desembarcados, de estos nuevos balseros. Por todo ello ¡Bienvenido Aquarius!
1 comentario:
Excelente artículo
Saludos
Mark de Zabaleta
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