A estas alturas del sainete no sé si a la ex presidenta de
la Comunidad de Madrid le quedan amigos, pero, si le quedan, alguno de ellos
debería pedirle que deje de hacer el ridículo, que abandone esa patética
actitud de seguir creyéndose víctima de una conspiración, que se relaje, que se
olvide de lo que fue y lo que quiso ser, porque, lo quiera o no, es, y lo es
desde hace tiempo, un cadáver político.
Ese amigo, si le tiene cariño y aún la respeta, debería
decirle que abandone el estrambote de querella que, en pleno éxtasis de lo que
creyó su martirio, en plena huida hacia adelante, presentó contra el director
de eldiario.es, Ignacio Escolar, y la redactora jefa de Política Social del
periódico, Raquel Ejenique, y contra el profesor que al parecer les facilitó
parte de la información en que basaron parte de lo publicado sobre el
escándalo de su falso máster. Debería convencerla, porque, siendo veraz lo
publicado y resultado de una falsificación lo revelado, difícilmente puede un
juez que se respete dar la razón a la señora Cifuentes.
A pesar de todo, la querella sigue adelante y, hoy mismo,
los periodistas declararán ante el juez como querellados y tendrán que
defender, supongo que con orgullo, su trabajo, uno de los mejores llevados a
cabo por profesionales de la información en los últimos tiempos, lleno de
información veraz y de interés general, perfectamente administrada y, sobre
todo, valiente, porque, a veces, incluso quienes defienden la razón y la verdad
tienen que ser valientes ante las dentelladas del poder que se toma como una obligación
silenciar y, si es posible, eliminar para siempre a quienes se atreven a
exponer sus vergüenzas.
Afortunadamente, en el asunto que nos ocupa, el
relativamente modesto tamaño del medio y su modo de difundirse, un diario
digital, han sido su mejor defensa, entre otras cosas porque no depende de la
publicidad institucional, como otros, para garantizar su subsistencia y, por
ello, el habitual chantaje a la dirección de otros medios no fue, en este caso,
posible. Las informaciones fueron cuajando una tras otra y generando, dada la
ineptitud de Cifuentes o sus asesores, nuevas informaciones a cada traspiés que
iban dando. Aquí no hubo ese "te quito esta campaña" o "ya no
vas a salir más en los medios que controlo", como de hecho hizo un tal
Cebrián con el propio Escolar.
Aquí sólo hubo periodismo del bueno y, sobre todo, mucho
coraje, el que da saberse respaldado, no por los anunciantes, sino por los
propios lectores. Hubo también astucia, la astucia de quien conoce el oficio,
Escolar y Ejenique lo conocen, y decencia, mucha decencia, porque, a diferencia
de otros y pee a conocer el triste asunto del hurto de las cremas de Cifuentes,
no fueron por el camino más fácil y optaron por el interés frente al morbo.
Al final, la presidenta, destrozada anímica y físicamente,
se fue precipitadamente por la canallesca difusión de un vídeo que debiera
haber sido borrado hace años. Pero por más que haya quien lo diga, no se marchó
por eso. Se marcho porque se vio acorralada y desprestigiada por el trabajo de
un excelente equipo de hombres y mujeres que, a muchos, a mí al menos, nos
devolvió la fe en una hermosa profesión que se ha dejado ahogar, lo han hecho
sus responsables, por el café y los licores de demasiadas comidas de trabajo,
comidas en las que el poder, económico, político o cómo quiera que sea, trata
de pastorearles con el intercambio de cromos y favores.
El trabajo de Escolar, Ejenique y sus compañeros fue
impecable y, desde luego, no lo van a echar a perder "delatando" a
sus fuentes, porque ese es quizá el único mandamiento, junto al de defender la
libertad y la verdad, que un periodista no puede desobedecer nunca.
Cifuentes y sus abogados intentar ahogar al mensajero. Vano
esfuerzo y un triste consuelo para quien, por su mala cabeza, ya lo ha perdido todo.
1 comentario:
Muy interesante ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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