Iñaki Urdangarín, el coprotagonista de la "historia de
amor" vivida por la hija menor del rey Juan Carlos está solo a horas de
ingresar en prisión, otra cosa sería un escándalo insoportable, y mucho me temo
que, quienes se llevaron millones a espuertas de las arcas de Valencia y Baleares
aún siguen considerándose víctimas de una injusta cacería.
Urdangarín, hijo de un empresario vasco, parecía ese cromo
buscado para completar el álbum de cromos de la familia real española: la misma
talla, el mismo pelo rubio, el mismo perfil deportivo que el resto de la
familia, en resumen, un padre perfecto para los nietos de un rey, de no ser
porque nunca pareció muy despierto ni muy trabajador, salvo para pretender
vivir como un rey sin serlo y apuntarse a un tren de vida escandaloso, incluso,
para el yerno de un rey con trono.
Ahora, después de agotar todas las instancias legales, con
la única posibilidad abierta aún de recurrir al Tribunal Constitucional, como
si la discriminación de que fueron víctimas él y su esposa Cristina hubiese
sido negativa y no el trato de favor del que a todas luces disfrutaron.
Piénsese que el cuñado del rey lleva ya más años en los tribunales que los que
le esperarían en prisión y que, si eso ha sido posible es porque el matrimonio
ha contado con la asistencia legal de los mejores abogados y con los recursos
económicos que para sí quisiera cualquier imputado.
Piénsese también que la primera sentencia, afortunadamente
corregida ayer por el Supremo, castigaba con mayor rigor al socio de Urdangarín
que al propio ex duque, como queriendo atribuir a Torres la iniciativa de la
gran estafa que urdieron contra diversas administraciones. Se sienten discriminados
y víctimas cuando, a estas alturas, cualquier otro mortal con sus delitos a
cuestas llevaría años en prisión y se sienten acosados y yo diría que asqueados
por tener que vivir en un país que, eso lo callan, lleva años pagando sus
cuentas.
Lo peor de todo es que este personaje y por extensión su
ignorante e irresponsable esposa, eso alegó en el juicio para no ser condenada,
no tienen conciencia de haber delinquido. No tienen conciencia de que
"poner el cazo" y que te lo llenen por tu cara bonita no le pasa a
casi nadie. No tienen conciencia de que bastante es vivir a cuerpo de rey o de
infanta, vivir en un cuento de príncipes y princesas es la excepción y debería
bastarles, más en un país que ya las estaba pasando canutas. Claro que ellos, a
las orillas del lago Leman o en la costa mallorquina es difícil acordarse de
los ancianos mal cuidados, de los niños mal alimentados o de la gente que lleva
años buscando trabajo.
Sin embargo y frente a esa terrible realidad, nos hablan de
crucifixión, de sufrimiento o de esos cuatro niños guapos y rubios que van a
dejar de ver a su padre durante una temporada o de esa hija de rey que tendrá
que conformarse con visitar a su amado esposo sólo cuando lo permita su régimen
penitenciario, como la mujer de cualquier recluso, aunque, claro, sin colas ni
prisas y probablemente de una manera discreta.
Va a ser un viaje largo y difícil, para el que, supongo, les
habrán preparado todos esos psicólogos que la prensa especializada en sacar
brillo a la familia dice que han visitado, un viaje de la realeza a la dura
realidad. Bienvenidos a ella, señores.
1 comentario:
Una interesante reflexión ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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