Como vaca sin cencerro. Así vi ayer al presidente gallego y,
hasta hace unas horas, gran esperanza blanca del PP. Como vaca sin cencerro es
como veo a partir de ahora al partido que durante casi siete años ha regido
despóticamente el destino de este país. Como una vaca perdida en medio de la
niebla, en el monte, vagando sin rumbo y sin dejar pista alguna de dónde está
ni hacia dónde se dirige.
El anuncio de Núñez Feijoó me pillo por casualidad ante el
televisor y, siento decirlo, su discurso tópicamente gallego, su afirmación
negativa, sus rodeos y el doble lenguaje que impregnaba sus palabras, incluido
ese "ya lo he dicho" no rimaban, en absoluto, con sus gestos, porque
nadie llora por no hacer lo que le pide el cuerpo y, a él, el cuerpo viene
pidiéndole desde hace años dar el salto a la política nacional, instalarse en
la calle Génova para, desde allí, dar el salto a La Moncloa. Llora, lo sé de
sobras, quien, de repente, se ve obligado a renunciar a un sueño y Núñez Feijoó
renunció ayer al suyo.
Nadie podía sospechar, ni siquiera, quizá, el propio Pedro
Sánchez, que el bastión del poder popular, resquebrajado ya por el desgaste
electoral a causa de la corrupción, exhibida en toda su crudeza, como una
herida infectada y abierta, cada día en cada telediario, se iba a deshacer de
la noche a la mañana como un azucarillo en el agua. Nadie podía prever,
tampoco, la escandalosa huida de Rajoy del poder, de la que la larga
sobremesa en ese ya famoso restaurante no fue más que un anticipo, una huida
que no es más que la lógica consecuencia de lo poco acostumbrado que estaba
Rajoy a no tener en sus manos el poder, del gobierno o del partido en sus
manos.
Aunque se haga ver lo contrario, nadie quiere estar con los
perdedores y Rajoy acababa de perderlo todo, las joyas de la familia incluidas,
en la partida definitiva sobre el tablero del Congreso. Nadie quiere acompañar
a los perdedores más allá de una ovación o unas lágrimas y Rajoy lo había
perdido todo, también el partido, porque es difícil pensar que pudiese mantener
el poder en un partido lleno de muertos vivientes, gente con despacho que huele
a naftalina, que hace ya años que dejó de vivir su momento y de tener el favor
de las urnas.
Rajoy se fue en una tarde y, al contrario que Fraga o Aznar,
no dejó nombrado heredero, dejando para el futuro un damero maldito imposible
de resolver, un damero en el que todas las casillas están aún por rellenar,
casillas en las que se escribe con tinta de ambición, cuando no con tinta de
odio o sed de venganza. Rajoy se fue sin señalar con el dedo a su sucesor y sin
dar tiempo a consolidar el consenso que hiciese posible presentar un único
candidato que facilitase otra proclamación por aclamación en el próximo
congreso del partido, como había ocurrido hasta ahora, así que la carrera que
se espera ahora es una de esas carreras llamadas de demolición, en las que todo
está permitido, incluidas, sobre todo, las zancadillas y los empujones al
contrario.
Seguro que Feijoó ha repasado estos días, mentalmente, una y
otra vez, lo que podía haber sido y lo que sería su carrera hasta el despacho
de Génova 13 y posteriormente a la Moncloa. Habrá repasado lo que podía haber
sido u viaje entre algodones. con todo el aparato del partido a su favor,
acudiendo sólo a las plazas más amables, con la lucha a brazo partido con
candidatos que conocen mejor que él el partido y el resto del país.
Quizá por eso, ha renunciado al que había sido el sueño de
su vida, ese salto a la política nacional, un salto que iba a dar apoyado por
su amigo Mariano, para caer en los brazos abiertos del partido. Quizá porque,
sin ese dedo, el camino estaría lleno de espinos. Por eso, Núñez Feijoó ha
preferido quedarse de cabeza de ratón en Galicia, antes que cola de león entre
otros leones en Madrid. Seguro que Feijóo habrá tenido tiempo estos días para
recordar esta frase, atribuida a Francisco de Borja, que tan bien se ajusta a
su desolación: "no he de servir a señor que se me pueda morir"
Quizá por eso mientras su boca decía no a la candidatura, sus
sollozos contenidos, su rostro a veces desencajado, gritaban que sí, que
hubiese querido ser el sucesor de Rajoy, aunque, claro, no sin su dedo.
1 comentario:
Magistral ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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