Yo, que hice la mili, ya mayor y desde una oficina, no las
he usado ni les he visto usar, pero sí las he visto en películas y en ellas he
aprendido que las bengalas se usan en los momentos de desesperación para llamar
la atención de los rescatadores en el caso de naufragios o accidentes o, es el
caso de estar sitiado por el enemigo, para reconocer el terreno y determinar la
localización las fuerzas con que cuenta el enemigo. Y en las mismas películas
he sido testigo de la frustración de los náufragos o los sitiados cuando, tras
unos segundos de luz, incluso deslumbrante, vuelven la soledad y el pánico de
las tinieblas.
Y vuelven, después de unos primeros instantes de fulgor casi
cegador y de una carrera contra el reloj, en la que quienes la han lanzado
tratan de hacerse una idea de qué es lo que tienen alrededor y cuál es el
camino le la salvación. Lo malo es que la bengala arde y se consume y los
destellos que dejan su chisporroteo se extinguen pronto, devolviendo a la
oscuridad a quienes habían puesto sus esperanzas de salvación en ella, no sin
antes haber iluminado también sus flancos más débiles.
Pues bien, eso es exactamente lo que Pedro Sánchez está
siendo para el PSOE, una bengala que ha deslumbrado con su fulgurante triunfo
el panorama en torno al PSOE, pero que mientras arde y se extingue está dando
una imagen deformada de la realidad, al tiempo que muestra las miserias de un
partido que se aleja aún más de quienes un día fueron sus votantes.
No sé si sus intervenciones de este fin de semana son fruto
de las prisas o de la imprudencia, pero lo cierto es que el flamante secretario
general de los socialistas se está quemando antes de tiempo. Y lo digo porque
su mensaje insinuando no sé qué confluencia de intereses entre el Partido
Popular y los "populistas" de Podemos para desgastar al PSOE, como si
no bastase con lo que sale de su boca jesuítica para conseguirlo, porque sus
análisis tienen más que ver con la ficción que con la realidad, terca como
siempre, y más, si como en su caso, lanza esas acusaciones, mientras él,
temerariamente, se acerca a los planes de "re(de)generación"
democrática del PP-
No sé de qué parte de la galaxia viene este chic tan guapo,
de voz tan meliflua, al que tan bien le sienta el uniforme de Ken, el amigo de
Barbie, político. Lo que sé es que no viene de mi barrio ni de un pasado en el
que lo que se conseguía se conseguía desde las bases. Creo más bien que su
camino hasta hacerse con la secretaría general del PP está lleno de atajos y confortables
alberques, aquí o en Bruselas.
Y lo digo con la dureza que lo digo, porque está empleando
el mensaje de héroe cercado en la última posición que también funciona con los
votantes de la derecha pero que mucho me temo que en los de la izquierda producen
más bien repelús. Este señor cree que basta con colgarse una mochila al hombro para
ser guay y de izquierdas. Y se equivoca, porque con sus modos y con su mensaje
se va a quedar sólo. Entre otras cosas, porque la izquierda sólo ha sido fuerte
cuando no ha sido excluyente y sus modos, anatemizando y fumigando a los
neocomunistas, qué diría Guerra, a los perroflautas, según sus colegas del PP,
o a los populistas como a él le gusta decir, puede dejarle más solo que
la una, que diría Robinson.
Ayer, oyéndole decir lo que decía, me recordaba discutiendo
con gente que, en las manifestaciones en torno al Congreso, donde él permaneció
sentado en su escaño o su despacho, sin querer asomarse a la puerta para ver la
realidad que no contaban los telediarios, porque la consigna de "PSOE y PP
la misma mierda es" que coreaban, me resultaba chirriante. Hoy no sé si
les daría toda la razón, pero, desde luego, les otorgaría el beneficio de la
duda.
Pedro Sánchez es poco más que una bengala que deslumbro en
un primer momento pero que se va a ir apagando poco a poco dejando alrededor
más humo tóxico que luz.
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