Lo de Rajoy ayer en Soutomayor, con mil doscientos
invitados en un escenario amigo y sin el más mínimo asomo de crítica n fue más
que un selfie. No el primer selfie del curso político, como pretenden hacernos
creer, sino el último de las vacaciones. De no haber sido por la hora,
demasiado temprana, habría sido el equivalente a esa última cena que se
comparte con los amigos la última semana de vacaciones, para contar anécdotas,
incluso de tiempos ya lejanos, cuando se ha sido fiel al escenario de las vacaciones,
y para hablar también de nuevos proyectos, a punto de partir cada uno a sus
casas.
Considero un selfie lo de ayer, porque, en los selfies, el
protagonista lo elige todo: los acompañantes, el fondo, la luz, el gesto....
bueno, el gesto no, porque Rajoy es de los míos que, ni a tiros, salimos
simpáticos en las fotos. Un selfie caro, cuyos estrados, atriles, forillos y
autobuses espero que haya pagado el partido, sin bigotes ni correas de por
medio, porque la fiestecita fue a mayor gloria de Mariano Rajoy y no del
presidente del Gobierno.
Por lo demás, el selfie de ayer, como todos los selfies y
más los de Rajoy, no dejo el menor resquicio a la sorpresa. Todo lo dicho por
el presidente era lo esperado. Todo, los velados envites apoyados en faroles a
los que nos tiene tan acostumbrados, que, al final, nunca se confirman. Uno de
esos faroles, el que hizo en clave agrícola, me llamó especialmente la
atención. Dijo Rajoy que lo suyo no son brotes verdes -los brotes hay que
verlos y los suyos no se ven- sino raíces vigorosas, que, como todo el mundo
sabe, se esconden bajo la tierra y, si asoman, como asoman las de la higuera,
lo hacen rompiendo algo. También algo parecido a que, si no reparten grano es
porque lo están usando como simiente o, lo que es lo mismo, que habrá que
esperar otro año para que todos disfrutemos de la cosecha.
En eso, hay que reconocer que Rajoy es un maestro. Nadie
como el para ocultar, disfrazar o esquivar la realidad. Nadie como él para
disimular y esperar, nadie como él para dejar que las cosas las arregle el
tiempo o se pudran definitivamente. Lo ha demostrado con las justas
aspiraciones que los catalanes tienen a expresar su voluntad. Ha dejado pasar
el tiempo, ha permitido que creciesen las contradicciones, pero a sabiendas,
eso sí, de que tenía en su mano el comodín de las cuentas de Pujol, un comodín
que han venido guardando todos los gobiernos que en democracia han sido en
España y que ninguno se atrevió a jugar por eso del "sentido de
Estado" del ex honorable que compraba, a izquierda y derecha, el silencio
sobre sus trampas fiscales, a cambio de su apoyo a las mayorías minoritarias de
PP y PSOE en Madrid.
La estrategia perfecta con que el PP -no pensemos que son
absolutamente torpes, porque algunas cosas las bordan- ha ido minando el
prestigio de CiU, desenmascarando a un Pujol mezquino, a partir de los feos
tejemanejes de su viajero primogénito, ha dado su resultado. Artur Mas es hoy
un hombre acorralado al que desprecian sus socios en el viaje a la
independencia y del que reniega su pata democristiana. Y, ahora que el
president catalán anda desconcertado y, por qué no decirlo avergonzado y temeroso
por las consecuencias del asunto Pujol, es cuando el PP comienza a hablar de la
posible reforma de la Constitución, ahora que el pescado está macerado,
considera que ya es momento de prepararlo para la mesa.
Quiere también Rajoy, lo dejó claro en su selfie, llevar
adelante su reforma del sistema de elección de los alcaldes y, si no me
equivoco, su intención es sólo a corto plazo, porque lo único que pretende es
poder presentarse a las próximas generales con las mismas o más alcaldías de
capitales que han fueron las que llevaron al PP a la Moncloa en dos ocasiones.
Sabe Rajoy que los partidos ganan y pierden poder en los ayuntamientos y no
está dispuesto a que eso, lo negativo, con un electorado de izquierdas más
movilizado que nunca, pueda suceder.
Y sabe lo que se hace, porque ese pasar la elección de
alcaldes de un sistema en el que la victoria se consigue sumando puntos y
fuerzas a un enfrentamiento en el que la victoria sólo se consigue por KO
también le conviene al PSOE que conservaría su poder municipal en Andalucía.
Bien es verdad que, por causas y con propuestas bien distintas, el PSOE parece
dispuesto a acompañar al PP en la reforma de la elección de los alcaldes. Y
esa, lo quiera o no Pedro Sánchez y lo quieran o no los militantes del PSOE,
será la prueba de toque del verdadero talante democrático del nuevo partido
socialista, porque negar el acceso de los partidos emergentes a las instituciones
es ahondar en los errores que nos han traído hasta donde llegamos a estar, con
una parte importante del electorado desencantado y desesperanzado, y con el
poder de decisión en manos de dos o tres partidos demasiado susceptibles de ser
corrompidos.
En fin, fortalecer las profundas raíces de quienes están
convencidos que el poder les pertenece por derecho y por cuna es el objetivo de
Rajoy y así lo dejo claro en su selfie de ayer, el último de las vacaciones o
el primero de la temporada, un monólogo entre amigos, sin el riesgo de esas
preguntas inconvenientes que tanto cabrean al presidente.
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luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
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