Mi intención era y es la de centrar mi entrada de hoy en
toda la miseria que hoy sabemos con certeza que rodeaba a la familia Pujol ante
la indiferencia o el silencio cómplice de las fuerzas políticas y la sociedad
catalanas, pero la verdad es que, ante espectáculos tan lamentables como el que
dio ayer el ministro Montoro en el Congreso, haciendo una vez más utilización
partidista de la información a la que tiene acceso por su cargo, no puedo dejar
de subrayar que se echa en falta y se hace más necesaria que nunca en España
una administración profesionalizada y ajena, si no a la política, sí a los
políticos y que vele realmente por los intereses de los ciudadanos y no por los
del partido en el gobierno.
Fue bochornoso comprobar una vez más como este ministro prepara
su picante plato, escogiendo los datos cuidadosamente para que el resultado
final cause el mayor daño posible a la víctima elegida, en este caso el viejo
socio de su partido, cuya cabeza no quiso servir hace tres legislaturas, cuando
él ocupaba el mismo puesto y los negocios de los Pujol eran los mismos, aunque
entonces no interesó llegar más allá que de dar un susto a quien tenía en su
mano complementar una mayoría minoritaria en el Congreso.
No estoy defendiendo, no, a ese pequeño Ubu empeñado en
parecerse a la caricatura que de él hicieron Els Joglars. En absoluto. Su
actitud en los años en que, desde dentro o desde fuera de la Generalitat ha
hecho y deshecho en la política catalana y en la nacional ha sido la misma que
la de esos capos de pequeñas familias de la mafia que construyeron su poder e
influencia mediando entre las familias rivales, administrando sus apoyo a
cambio de que se respete y se agrande su territorio de influencia.
Eso hizo Pujol, mientras que, como diría un castizo, ponía
el cazo para cobrar de aquí o de allá por sus favores, supongo que no en su
propio nombre sino en el de su partido, el que durante tantos años aprobaba
obras y contratos, el mismo que comenzó la loca carrera por el desmantelamiento
de la sanidad pública en Cataluña, llevándola a la ruina y abocándola a los
recortes en los que Cataluña fue pionera en España. Eso hizo ante las narices
del resto de partidos y el sospechoso silencio de la prensa que vio, oyó y
calló durante demasiado tiempo.
En medio de toda esta indecencia, sólo algunos héroes
civiles, de esos que nunca son condecorados, sino todo lo contrario, héroes
como los fiscales Jiménez Villarejo o Mena o periodistas como José Martí Gómez,
se atrevieron a denunciar, en voz alta y con datos, los tejemanejes de Pujol,
su familia y su partido. Los fiscales llevaron adelante la brillante
instrucción del caso Banca Catalana, en la que se demostraba que Pujol hizo
desaparecer, quizá heredándolos, quinientos millones de pesetas de la banca que
construyó, al menos eso decía, como embrión de un gran banco nacional catalán.
La instrucción fue truncada por el servilismo de la mayoría
de los jueces que en el plano de la Audiencia de Barcelona dejaron a Pujol
fuera de toda responsabilidad. Fueron los años en que el pequeño Ubu se
envolvió en la senyera proclamando que so ataques, ahora vemos que
justificados, contra su persona eran en realidad ataques contra Cataluña. Lo
curioso, lo lamentable es que el mensaje caló y Pujol acabó siendo intocable...
hasta hoy.
Unos y otros gobiernos del PP y del PSOE han callado y
ahogado cualquier investigación sobre los negocios del Ubu, su partido y su
familia. El conocimiento de todas esas trampas, las mayores de la historia,
según el histriónico Montoro, ha sido tradicionalmente el comodín con que unos
y otros han conseguido el apoyo a sus gobiernos minoritarios. Todo, hasta que
el partido de Pujol, al igual que hiciera él mismo en los tiempos del sumario
Banca Catalana, se envolvió en la bandera de la independencia en su huida hacia
adelante, cuando sus tempranos recortes empezaron a pasarle factura en las encuestas.
Quiero aclarar que aunque parecería por el título de la
entrada que estoy defendiendo al pequeño Ubu de la crueldad del malvado
Montoro, mi intención es la contraria, porque quien creo que está padeciendo
una crueldad innecesaria es el pueblo catalán, cuyas legítimas aspiraciones a
expresar en las urnas sus deseos de independencia han servido para envolver y
ocultar toda la mierda que hay detrás de la imagen y la historia del que en un
tiempo se hizo pasar por muy honorable.
Resulta una ironía y una crueldad innecesaria hacer pasar a
los catalanes por esto. Resulta sarcástico que, al final, haya sido Pujol, el
hediondo pasado, el mejor aliado de Rajoy en su pulso contra el soberanismo de
Mas. Haber utilizado los sentimientos de los catalanes para taparse las
miserias, como ha venido haciendo este Ubu Pujol, y utilizar esas miserias
contra los catalanes, como están haciendo ahora Rajoy y Montoro, después de
catorce años de tenerle en sus manos, con su expediente, es, eso sí, una
crueldad innecesaria.
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