Deberían haberlo previsto ayer los sesudos analistas de la actualidad.
Deberían habernos adelantado que, puesto que Rajoy no desplegó en Soutomayor la
pluma de la creación de empleo, la cifra del paro que hoy se ha dado a conocer iba
a ser mala. Tan mala como ese hongo pertinaz que, una y otra vez, se empeña en
arruinar la vistosidad de los rosales. Pero no hay nada que temer, porque, si
las hojas, los ciudadanos, se vuelven amarillentas, se secan y se caen, las
raíces, los Botín, los Florentinos y demás están cada vez más vigorosas.
El gobierno del PP, que trabaja sólo para sus amigos a
expensas del resto de los españoles, entre los que, por desgracia, también
están muchos se sus votantes, continúa hablando con descaro de bajar impuestos,
mientras anuncia nuevos recortes y, si la gente no cae en la cuenta de tamaña e
injusta contradicción, es porque todos esos analistas que, como los gatos de
don Melitón, bailan en el plato que les dicen no tienen el más mínimo interés
en detenerse en la tragedia de más de cinco millones de españoles ni mucho
menos en relacionar ese paro con la corrupción y el despilfarro de unos pocos.
Quienes ejercen el hasta hace no tanto honrado oficio de
intermediar entre lo que pasa y los ciudadanos, los periodistas, hace tiempo
que disfrazan la realidad con cifras. Cifras manipuladas o no, porque hay veces
que basta con saturar los oídos del ciudadano con ellas, para que dejen de
tener el más mínimo sentido. Y lo digo porque creo que eso, que el exceso de
información produce desinformación, es de lo poco que saqué en claro de mi paso
por la facultad.
Pero volvamos al paro sin abandonar el papel del periodista.
Este mes de agosto, por fin y probablemente porque no había un jefe para
impedirlo, un diario económico se tomó la molestia de hacer las cuentas que no
quiere hacer el Gobierno con sus cifras creación de empleo, En su reportaje,
los autores tradujeron los datos de creación y destrucción de empleo a horas de
trabajo desaparecidas con la destrucción empleos a jornada completa y las horas
de trabajo creadas con ese empleo basura de unas pocas horas a la semana, por
lo general concentradas arbitrariamente -en hostelería y comercio, por lo
general- que, por desgracia es el único que se crea y del que el gobierno
presume sin dar detalles.
Pues bien, resulta que, a pesar de lo que el gobierno quiere
hacernos creer, el saldo es tremendamente negativo, porque aunque en teoría se
han creado el doble de empleos de los que se han destruido, las horas de
trabajo a que equivalen son apenas dos tercios de las que había. Y eso, a costa
de deteriorar derechos, condiciones de trabajo y salarios, porque, ya es hora
de caer en la cuenta de ello, una gran parte de los nuevos trabajadores cobran
la mitad o menso de los que hubiesen cobrado hace apenas seis años, cuando la
crisis comenzó a manifestarse seriamente en nuestro país.
Uno no llega a explicarse por qué las calles de este país no
se han llenado de tironeros y por qué los mendigos que alguien reparte
estratégicamente en las esquinas, las puertas de los supermercados o las panaderías
son casi todos "importados". Habrá quien nos vuelva a hablar de
economía sumergida, como pretendiendo que nos sintamos culpables por tratar de
sobrevivir, cuando la verdadera sangría a las arcas del Estado es la que llevan
a cabo las grandes empresas que cotizan por el mínimo, mucho menos que sus trabajadores,
o se llevan sus cuentas a cualquiera de los países ventajistas en los que, a
costa del resto, se reducen sus impuestos al mínimo.
En fin, un feo asunto este del paro que parece importar poco
o nada al Gobierno que, no sólo deja a los españoles sin trabajo, sino que les
deja sin médico, sin escuelas, sin carreteras decentes, mientras, eso sí,
nuestros ricos siguen ganando más y más, el fútbol sigue siendo, en contra de lo
que ocurre en países más ricos, cada vez más caro y los estadios siguen llenos
y la deuda de los clubes a Hacienda crecen. Y es que el paro es una plaga que
no parece importar a nuestros gobernantes, porque sólo afecta a algunas hojas
de las plantas del jardín. Lo que olvidan es que esas hojas, antes o después
son necesarias para que las raíces vigorosas, los florentinos y botines no se pudran.
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