martes, 17 de enero de 2012

GARZÓN


Hoy sientan en el banquillo al juez Baltasar Garzón. Han pasado muchos meses, demasiados, desde que los abogados de la trama Gürtel -y otras muchas tramas de o pelo- se querellaron contra él por haber tenido la osadía de intentar averiguar si colaboraban con sus clientes en la honrada tarea de mover dinero, presumiblemente negro, puesto a buen recaudo de las investigaciones más allá de nuestras fronteras.
A veces, uno tiene la sensación de que un tribunal es el altar en el que se consagra la hipocresía, disfrazada de togas y puñetas. Esto lo digo, porque estoy seguro de que los abogados que se han revuelto contra Garzóin ni siquiera pretenden su mal. Más bien al contrario, lo que persiguen es que olvidemos lo que hemos visto y oído. Su único fin es hacer desaparecer cualquier valor probatorio de la "pillada" en que se vieron sorprendidos por el juez, con el visto bueno, por cierto, de la Fiscalía Anticorrupción. Y no sólo eso, con una justicia tan garantista como la nuestra, se esfumaría no sólo lo escuchado, sino todo lo averiguado a partir de lo escuchado.
Por eso se juega tanto en esta vista. Si Garzón es condenado la mayor parte de lo investigado perdería valor, al igual que ocurriría con cualquier investigación parecida. Y no es de extrañar el interés de los abogados y de su colegio en Madrid, porque sus clientes se juegan mucha cárcel y ellos las elevadas minutas que suelen cobrar por alquilar su habilidad, su inteligencia y su falta de escrúpulos -curiosa profesión ésta, en la que esa falta de escrúpulos puede llegar a ser una virtud- a sus clientes.
Conocí a Garzón hace años, cuando me ocupaba de asuntos relacionados con los tribunales e Interior en la Cadena SER y he de decir que siempre me cayó bien, aunque, del mismo modo, he de reconocer que hay algo de tramposo en su planteamiento de los casos. Creo que se debe a que la mayor parte de ellos han tenido que ver con el terrorismo y que esta sociedad ha hecho siempre la vista gorda cuando a quienes se les perturban los derechos es a los terroristas.
Cuántas veces no se habrá hecho lo mismo que se hizo con los implicados en el caso Gürtel con imputados en terrorismo o con estafadores y chorizos de poca monta que no tienen padrinos o dinero suficientes como para pagarse esos caros abogados.
Es lo que tienen las leyes especiales, que acaban enseñando atajos a los que luego es difícil renunciar y, visto desde el otro lado y como apuntaba esta mañana un contertulio en la Cadena SER, qué difícil sería para esta sociedad condenar al juez que hubiese autorizado unas escuchas con las que se hubiese averiguado el paradero de los restos de Marta del Castillo. Pues eso, hipocresía solemne, pero, al fin y al cabo, hipocresía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Del juez Baltazar Garzón sólo puedo decir una cosa: Héroe