Hoy sientan en el banquillo al juez Baltasar Garzón. Han
pasado muchos meses, demasiados, desde que los abogados de la trama Gürtel -y
otras muchas tramas de o pelo- se querellaron contra él por haber tenido la
osadía de intentar averiguar si colaboraban con sus clientes en la honrada
tarea de mover dinero, presumiblemente negro, puesto a buen recaudo de las
investigaciones más allá de nuestras fronteras.
A veces, uno tiene la sensación de que un tribunal es el
altar en el que se consagra la hipocresía, disfrazada de togas y puñetas. Esto
lo digo, porque estoy seguro de que los abogados que se han revuelto contra
Garzóin ni siquiera pretenden su mal. Más bien al contrario, lo que persiguen
es que olvidemos lo que hemos visto y oído. Su único fin es hacer desaparecer
cualquier valor probatorio de la "pillada" en que se vieron
sorprendidos por el juez, con el visto bueno, por cierto, de la Fiscalía
Anticorrupción. Y no sólo eso, con una justicia tan garantista como la nuestra,
se esfumaría no sólo lo escuchado, sino todo lo averiguado a partir de lo
escuchado.
Por eso se juega tanto en esta vista. Si Garzón es condenado
la mayor parte de lo investigado perdería valor, al igual que ocurriría con
cualquier investigación parecida. Y no es de extrañar el interés de los
abogados y de su colegio en Madrid, porque sus clientes se juegan mucha cárcel
y ellos las elevadas minutas que suelen cobrar por alquilar su habilidad, su
inteligencia y su falta de escrúpulos -curiosa profesión ésta, en la que esa
falta de escrúpulos puede llegar a ser una virtud- a sus clientes.
Conocí a Garzón hace años, cuando me ocupaba de asuntos
relacionados con los tribunales e Interior en la Cadena SER y he de decir que
siempre me cayó bien, aunque, del mismo modo, he de reconocer que hay algo de
tramposo en su planteamiento de los casos. Creo que se debe a que la mayor
parte de ellos han tenido que ver con el terrorismo y que esta sociedad ha
hecho siempre la vista gorda cuando a quienes se les perturban los derechos es
a los terroristas.
Cuántas veces no se habrá hecho lo mismo que se hizo con los
implicados en el caso Gürtel con imputados en terrorismo o con estafadores y
chorizos de poca monta que no tienen padrinos o dinero suficientes como para
pagarse esos caros abogados.
Es lo que tienen las leyes especiales, que acaban enseñando
atajos a los que luego es difícil renunciar y, visto desde el otro lado y como
apuntaba esta mañana un contertulio en la Cadena SER, qué difícil sería para
esta sociedad condenar al juez que hubiese autorizado unas escuchas con las que
se hubiese averiguado el paradero de los restos de Marta del Castillo. Pues
eso, hipocresía solemne, pero, al fin y al cabo, hipocresía.
1 comentario:
Del juez Baltazar Garzón sólo puedo decir una cosa: Héroe
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