Os aseguro que yo también pensé que hay horas a las que los
ministros de Hacienda nunca deberían conceder entrevistas, porque luego pasa lo
que pasa.
Ayer fue Cristóbal Montoro o alguien de su departamento
quien cometió el error de aceptar la invitación de las Cadena SER a esa hora en
la que, pee a que ya están puestas las calles, que diría un castizo, todavía no
lo están las ideas -las buenas ideas, las claras- en las cabezas de algunos
ministros.
A falta de otra respuesta, al señor Montoro, que cada día
gana peso político o al menos lo parece, frente a su colega Luis de Guindos, se
le ocurrió proponer como medida para el control del gasto en las administraciones
públicas penalizar a quienes gasten más de lo que ingresan las entidades que
controlan.
A uno, que a esas horas también anda despegándose las sabanas,
se e aparecieron entonces las caras -duras- de Jaume Matas, Carlos Fabra,
Francisco Camps y unos cuantos más de uno y otro color, que también los hay, y
le confortó pensar que acabarían con el traje a rayas, aparcados por un tiempo
a la sombra, en lugar de imaginármelos en su palacete, limpiando sus retretes
con escobillas de a tres mil euros. Pero fue sólo un momento. Luego pensé en el
hecho de que este país ya tiene leyes de sobra para perseguir a los chorizos,
por muy investidos de autoridad que están cuando se les pilla con la mano en la
caja, y en que los ciudadanos tienen la potestad, aunque demasiado a menudo renuncian
a ella, de apear de los cargos a los despilfarradores, aunque se lo gasten sin
dolo.
Mi segundo pensamiento, alumbrado ya por el efecto
tonificador de un café y unas tostadas es el de que, de preparar una reforma de
ese tipo, el encargado de hacerlo sería el, hasta hace unas semanas, alcalde de
Madrid, ciudad endeudada donde las haya, especialmente desde que el hoy
ministro de Justicia, con cuentas pendientes que habrán de pagar, por ejemplo,
mis nietos, si es que llego a tenerlos y deciden quedarse a vivir en Villa
Botella, con su calle Manuel Fraga y todo.
¿Cómo sería esa Ley Gallardón? ¿Estaría llena de excepciones
como la de gastárselo en comprar y acondicionar el palacio del príncipe de
Cenicienta para sede del ayuntamiento? ¿Quedaría al margen un alcalde que
llenase de árboles secos las orillas de un río sin agua al que le ha puesto
playa? ¿Tendría bula el alcalde que cobra dos veces la recogida de basuras y
luego no paga a las concesionarias del servicio porque se ha gastado la pasta
en otra cosa?
Demasiadas excepciones para que la ley fuera justa o
demasiado estricta una ley que acabaría con el ministro de Justicia entre
rejas. Mucho me temo que todo sea un farol o un apagón matinal de las luces del
ministro de Hacienda y que nos quedaremos sin ver al alguacilador alguacilado.
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