Al FBI no le gusta la circulación libre de la información,
Ya pasaba en tiempos de ese ser contradictorio y a menudo despreciable, Edgar
Hoover, que, con la ley y el orden como excusa, anduvo, por ejemplo, husmeando
la bragueta de Martin Luther King.
La poderosa Oficina Federal de Información acaba de cerrar
Megaupload, uno de los portales de descargas en la red con mayor volumen de
tráfico, y dicho cierre ha desatado de nuevo el debate larvado de un tiempo a
esta parte sobre todo lo concerniente a la propiedad intelectual.
El cierre de Megaupload puede ser sólo el principio de una
ofensiva mayor que lleve al cierre de instrumentos de comunicación tan
importantes hoy día como Google o, por qué no, Youtube, Twitter o el mismo
Facebook.
Resulta curioso que la razón aducida para el cierre es la de
que los responsables del portal se lucraban con el tráfico de archivos
generadores de derecho de autor. Yo me pregunto entonces para cuándo el cierre
de Movistar, Orange, Vodafone y cualquier otro operador de telefonía que viven
de la circulación de megas y megas de música, cine, literatura e información,
pública o privada, por sus canales de distribución de Internet a cambio de
importantes mensualidades.
Yo, que he tenido cerca y he sufrido el mal entendido negocio
de la música, tengo que rebelarme contra este abuso que, de ir más allá o,
simplemente, de no dar marcha atrás, nos llevará de nuevo a la tiranía de las
discográficas que deciden qué debemos consumir, dónde y cuándo, cono ocurría no
hace tanto, cuando los sobres, los favores y la cocaína tenían más que decir
sobre éxitos o fracasos que el libre juicio de los consumidores de esos
productos musicales.
Internet y todas las herramientas que han crecido y se han
extendido en ella han roto el embudo a través del cual los propietarios de las
industrias culturales decidían que autores publicaban, cuánto tiempo
permanecían sus libros en los estantes o cuando quedaban descatalogados. Eso
por no hablar de las fronteras que nos impedían conocer otras músicas, otras
literaturas u otro cine.
El embudo ha dejado de serlo y, ahora, nadie o casi nadie
decide qué debe gustarnos.
Los éxitos no los decide la cadena de turno y, en esencia,
las obras de un autor o un músico consagrados tienen las mismas oportunidades
en la red que la de un desconocido.
La música, la literatura y el cine han evolucionado en estos
últimos años como no lo habían hecho nunca y ha sido gracias a la red y a que
la red impide el control absoluto de la distribución. Si sigue adelante esta
barbaridad, si se cierran los canales donde los usuarios cuelgan y retiran lo
que quieren difundir o conocer, volveremos a las tinieblas. Eso, sin olvidar
que esos espacios de libertad sirven también para que quienes carecen de ella
puedan conquistarla.
A quienes ostentan el poder, que se parecen demasiado entre
ellos, no le gustan los rugidos ni la agresividad del tigre. Por eso quieren
castrarlo. Ahora bien, si lo hacen, lo que tendrán ya no será un tigre. Quizá
lo que ocurre es que es precisamente eso lo que pretenden.
3 comentarios:
En la era de la información, su vertiginoso movimiento no podrán detenerlo. Los que pretenden eso se parecen a los que quisieron callarte y no lo lograron, esta vez tampoco.
Recomiendo este enlace que me han dejado en mi blog
No salió:
http://orsai.bitacoras.com/2011/12/para-ti-lucia.php
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