Acababa de
compartir en Facebook "Tú me acostumbraste", ese deliciosao bolero
que escribiera Frank Rodríguez y que se hizo inmortal en las voces de Elena Burke,
Olga Guillot o Chavela Vargas, cuando, al abrir la edición digital de EL PAÍS,
me he dado de bruces con la noticia de que Google ha decidido -por su cuenta,
claro- unificar las bases de datos de todos sus usuarios, sin que a estos les
quede otra que "tragar" con las nuevas condiciones, porque, como las
lentejas, o las tomas o las dejas.
Al
enterarme, no he podido más que recordar los versos del bolero, que
le vienen como anillo al dedo a los gestores de Google.
"Tú me acostumbraste, a todas
esas cosas,
Y tú me enseñaste, que son
maravillosas,
Sutil, llegaste a mí, como una
tentación,
Llenando, de inquietud, mi corazón,
Yo no concebía, como se quería,
en tu mundo raro, y por ti aprendí,
Por eso me pregunto, al ver que me
olvidaste,
Porque no me enseñaste, cómo se
vive, sin ti”
Google ya nos tiene en sus brazos,
entregados. Es el dueño de la maquinaria que difunde nuestros blogs, del sistema operativo de nuestros móviles
"android", conoce nuestros hábitos de búsqueda... y conoce a la
perfección qué música nos gusta, qué leemos, dónde pasamos nuestras vacaciones,
con quién nos relacionamos o qué nos interesa en política, religión, cultura o deporte, como sólo un amante celoso
conoce los hábitos y las debilidades del objeto de su delirio.
Google acaba de
decirnos eso de si no sois míos no seréis de nadie. No sé por qué, pero me he puesto un poco
nervioso.
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