lunes, 7 de octubre de 2019

LA NUEVA HEROÍNA


Mi barrio, Carabanchel, el sábado y Bravo Murillo ayer domingo, ambas zonas humildes de Madrid, con pisos pequeños, pagados con una vida de trabajo, alquilados hoy por unos herederos que se han ido al más asequible extrarradio o, en el mejor de los casos, han prosperado con un trabajo acorde con su formación, los menos, han sido escenario de sendas manifestaciones contra la más que obscena proliferación de los locales de juego y apuestas que, con sus atractivos escaparates, forrados de vinilos que evocan, algunos también ya desde su nombre, la épica de los héroes deportivos. Locales que son ya más que los "chinos", casi tantos como los bares y, desde luego, más que las librerías o las tiendas de deportes.
Decía que es una proliferación obscena, porque estos locales no  esperan como los lujosos casinos a quienes quieren pasar el rato arriesgando una parte del poco o mucho dinero que tienen, sino que a quienes buscan, como la bruja de la casa de chocolate de Hansel y Gretel, es a quienes apenas tienen unas monedas y tienen todo el tiempo del mundo para la desesperanza, sin futuro ni salida, en barrios sin equipamientos, sin trabajo y sin nada en que invertir su tiempo, a veces a unas decenas de metros del lujo y siempre ante la ventana de esas televisiones que les muestran una realidad deformada que nunca es tan buena ni tan mala como se la pintan.
Los reyes del juego, mafiosos de cuello blanco con amistades peligrosas, aunque sólo para nosotros entraron en nuestras vidas poco a poco de la mano de las televisiones y del fútbol, para el que todo, sin control, está permitido. De las humildes quinielas a las que ya casi nadie juega, hemos pasado a las apuestas sombrías y atormentadas que se cruzan en locales oscuros forrados de luz, que busca atraer a los jóvenes, con televisores en los que no cesa el deporte de aquí o de allá y en los que se ofrecen bebidas, alcohólicas o no, a precio de saldo, con tal de encadenarlos al hipnotizante ritmo de las luces y del riesgo,
Sin embargo, no para ahí la amenaza, porque también les espera en casa, en el trabajo, si lo tiene, o en el lugar donde estudian, si pueden hacerlo, agazapada en la wifi y las redes, ofreciendo el paraíso a cambio de un número de tarjeta y una clave. Las televisiones, las mismas que no se permiten hablar de sexualidad en horario infantil, cuando éste acaba, bombardean a cada instante nuestros salones con promesas de riqueza y emoción, como si esos niños desapareciesen de ellos. Y lo hacen porque en aras de la diosa audiencia, tienen que dar fútbol a sus espectadores, fútbol o campeonatos de moros y coches, cuyos carísimos derechos de emisión sólo se pueden costear a base de la publicidad inmoral y cara de las apuestas online.
El juego sin control, siempre en manos de mafias, que los fondos buitre no son más que otra mafia, más o menos blanqueada, eso sí, es la nueva heroína. Yo conocí la otra, la que corrió por nuestras calles buscando a toda una generación, también en manos del paro y la nada, a la que había que desactivar. Y la heroína, como toda adicción que se precie se apoderaba de sus cerebros, para que no pudiesen pensar en nada más, para que no pensasen en su paro ni en las ridículas pensiones de los abuelos. Mejor estarían pensando únicamente en el polvo blanco y las agujas por las que les entraba una felicidad tan falsa como efímera, instantánea.
Pero esa felicidad, esa huida de la sucia realidad, exigía cada vez más, más dinero y más salud, se vivía sólo para ella, porque no se podía pensar en otra cosa más que en ella y en cómo conseguirla. por eso se registraba el monedero de "la vieja" y los cajones, se vendían los relojes, las pulseras y las medallas y, cuando se acababan, se atracaba a los ancianos para quitarles la pensión. Así un día y otro día hasta reventar en un portal o un descampado o, en el mejor de los casos, encadenado a un montón de pastillas para curar las secuelas de agujas inconscientes.
Hoy nuestros jóvenes,  nuestros adolescentes y quién sabe si nuestros niños corren en las calles el peligro de caer en esta nueva heroína del juego, que tiene también sus camellos, sus matones y sus mafias y sus ministros colaboradores que como Rafael Catalá que lo fue de Justicia para Rajoy, disfrutan ahora de una poltrona en el consejo de administración de una de las mayores empresas del juego, CODERE, después de haberles pagad ese cómodo futuro con una ley permisiva que permite sitiar los colegios de los barrios con las siniestras luces de los locales de juego.
Hasta que no nos demos cuenta que la ludopatía la enfermedad de los adictos al juego  puede ser, es, tan peligrosa como la adicción a la heroína y hagamos algo para atajar esta nueva plaga, nuestros hijos no estarán a salvo, porque, como en  aquella plaga de los setenta y ochenta, tras  la adicción vienen los atracos y la violencia más cruel que es la que se vuelve contra objetivos fáciles, en casa o en la calle, para conseguir el puñado de euros que les brinde un chute de emoción a la búsqueda de un paraíso que no existe.

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