viernes, 4 de octubre de 2019

CUESTIÓN DE MEMORIA


Lo de ayer en la Asamblea de Madrid, el debut de la avalada presidenta -tiene el aval de Ciudadanos y Vox para serlo, en una sesión de control a su gobierno pareció más la función de un guiñol siniestro que un verdadero ejercicio democrático. Perfectamente sincronizada con la presidenta, la portavoz de Vox, Rocío Monasterio, en el papel de bruja siniestra, abrió el debate por la derecha, ultra para más señas, pidiendo a Díaz Ayuso que incumpliera de una tacada la ley, despreciando una sentencia del Supremo, desobedeciendo al gobierno de la nación y despreciando de paso la resolución del pleno del Congreso de los Diputados que exhortaba al ejecutivo a la exhumación de los restos del dictador que tuvo bajo su bota a este país durante cuarenta años.
La que en tiempos llevara la voz de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre, en las redes sociales, en  lugar de afear la actitud a la diputada de Vox por lo que le estaba sugiriendo, tomó la palabra para leer la respuesta que, como a un "monchito" cualquiera, alguien, incluida ella misma había escrito en los papeles que manejaba, como queriendo no equivocarse, para no tener que ser corregida, otra vez, por gente que suponemos por debajo de ella, como o fue cuando fue reinterpretada por sus colaboradores después de admitir en una entrevista radiofónica que preside un gobierno que son dos, el del PP y el de Ciudadanos, suponemos que cada uno a lo suyo.
La presidenta Ayuso, para asombro de algunos propios y de todos los extraños, cargó contra la Ley de Memoria Histórica, que luego calificó de espantosa, manifestando su oposición y la de su gobierno a la exhumación del tirano y preguntándose en sede parlamentaria qué vendría después, si acabar con la ostentosa cruz, lo de ostentosa es mío, del valle, con el propio valle o con la quema de iglesias, como si saldar esa deuda de dignidad histórica con quienes sufrieron la derrota y una larguísima posguerra llevase a repetir los terribles excesos de aquellos años que no deben volver a repetirse.
Quienes la escuchamos, al menos quienes, como yo, queremos el resarcimiento de las víctimas, pero nunca como revancha, nos llevamos las manos a la cabeza. Quién podría esperar unas palabras como las que leyó la presidenta de las largas "rebecas" ochenta años después del fin de aquella cruel guerra. quién podría esperar tanto resentimiento y, sobre todo quién podría esperar que alguien intentase traer de nuevo el miedo a que volviesen aquellos terribles tiempos.
Sorprendentemente, su vicepresidente Aguado, el de la otra mitad de su gobierno bicéfalo, en lugar de apagar el fuego de ese incendio de los incendios, resolvió con una perogrullada, la de que la quema de conventos existió, y con una inquietante afirmación, la de que harían lo posible para que no se repitiera, como si hubiese un riesgo inminente de que eso ocurriera. Y todo ello, reforzado después con la difusión del audio de la ocupación, hace casi ocho años, de la insólita capilla de la Facultad de Económicas de la Complutense, una ocupación juzgada, de la que, pese a todo el despliegue jurídico y mediático de la derecha, Rita Maestre, excusa prendida con alfileres por Díaz Ayuso y "sus partidos" para justificar lo de ayer, fue absuelta.
Nunca sabremos qué pasó ayer por la cabeza de la imprevisible presidenta madrileña. No llegaremos a saber si realmente lo que dijo es de su cosecha o si movía los labios por voluntad propia o si alguien le pasó las notas que leyó. Tampoco si era consciente de la que estaba liando Lo cierto es que esta señora tiene problemas con la memora. Con esa memoria espantosa que no quiere recuperar por ley y con todas las demás, porque, recordémoslo, se olvidó de pagar el IBI de los locales que su padre les cedió, a ella y su hermano para que no cayesen en manos de los acreedores, También han olvidado, ella y sus antecesores, renovar el convenio con la empresa privada a la que se adjudicó el control mamográfico preventivo periódico de las madrileñas en situación de riesgo de sufrir cáncer de mama.
También olvidaron contratar a tiempo e inscribir en la Seguridad Social a los profesores contratados, despedidos y vueltos a contratar al ritmo vacacional y, así, olvido tras olvido, memora en blanco o memoria de elefante, en ese ejercicio de memoria selectiva al que tan dados son los políticos cuando les conviene y, ahora, al PP lo que le interesa es traer a nuestra retina el resplandor de aquellos fuegos para que nos olvidemos de las cenizas que nos ha dejado, nos está dejando, su gestión.

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