jueves, 24 de octubre de 2019

ELECTORALISMO FÚNEBRE


Quién me iba a decir hace unos meses que el autoconsiderado líder de la izquierda española Pablo Iglesias, guía del pensamiento, también por propia iniciativa, de esa izquierda se sentiría incómodo con el desahucio de los restos de Franco de su mausoleo en la sierra del Guadarrama ¿Será porque le gustaba tener de vecino el cadáver del dictador, Galapagar está más cerca de Cuelgamuros que de El Pardo, será que no quiere remover el pasado, será que ahora cree en aquella reconciliación, en aquella bendita amnesia que sirvió para que los demócratas olvidásemos a los excesos de aquellos verdugos que mataron, torturaron, encarcelaron y robaron a sus víctima de todos los colores, a lo largo de casi cuarenta años, mientras que ellos, los verdugos, jamás olvidaron los números de las cuentas en las que fueron escondiendo el resultado de su rapiña, robada directamente, comprada con el miedo como intermediario, o arrancada del sudor de los presos, cautivos decían, que durante años vieron marchitar sus vidas en penales y campos de trabajo inmundos?
Yo pensé que cualquiera que quisiera cerrar la cuanta de tantos años de dolor, cuarenta años de rabia contenida, de miedo y de humillaciones, se felicitaría por este gesto simbólico, aliviar la humillación de quienes, después haber sido asesinados en el campo o junto a las tapias de cualquier cementerio y arrojados sus restos en cunetas y fosas comunes, después de todos esto fueron removidos de la tierra, anónima o no, en la que descansaban para servir de escolta forzosa de su asesino. Lo pensaba, pero me equivocaba, porque no fui capaz de calcular hasta dónde puede llegar la miseria humana, hasta qué punto un político con más de gurú que de demócrata, puede rebajarse para tratar de arrebatar unos votos que se convierten en escaños y estos en sueldos y subvenciones para su partido.
Gracias a Pablo Iglesias lo he sabido. La primera vez que escuché sus reproches a la exhumación creí que había oído mal que, como mucho, había sido un "calentón", u exceso verbal de quien lleva ya años enredándose y tratando de enredarnos en la demagogia, Sin embargo y por desgracia, he podido comprobar cómo se revolcaba en lo que pensé que era un error, acusando a Pedro Sánchez de hacer electoralismo con la exhumación del dictador a pocas fechas de las elecciones. Después de muchas vueltas he llegado a la conclusión de que lo de Iglesias son simples y miserables celos. Celos de haber estado sentado en la mesa del Consejo de Ministros que dio el visto bueno con fecha y hora a este traslado que cierra o abre, como se prefiera, una nueva etapa de la Historia de España. Su partido podía haber formado parte de ese gobierno, pero tres ministerios y una vicepresidencia le parecieron poco para Podemos.
Cree Iglesias que la culminación del proceso iniciado por el Congreso hace muchos meses, a las que ningún gobierno democrático se había atrevido, es un acto electoralista, porque la salida de la momia del dictador de tan ominosa cripta podría reportar a Pedro Sánchez réditos electorales. Iglesias olvida o, mejor dicho, oculta a quienes le escuchan que la fecha no es elegida sino el resultado de un largo, larguísimo y cansino, trámite judicial en el que los monjes que hasta hoy custodiaban los restos del dictador, haciendo una suculenta "caja" por ello, o el abogado de carísima minuta de la familia del tirano, hijo de un ministro falangista de Franco y cuñado de Alberto Ruiz Gallardón, resuelto por el Tribunal Supremo a favor del Gobierno una y otra vez hace apenas unos días.
Es lamentable por tanto que alguien que dice defender a la izquierda, alguien que presume de estar con las víctimas de Franco, alce su voz para sumarla al coro de quienes no estuvieron ni están de acuerdo con que esto, el desalojo del cabecilla de los asesinos del lugar donde reposan sus víctimas pudiese llevarse a cabo. Dice Iglesias que no había prisa, debe confiar en que la derecha, ojalá, no va a ganar las elecciones, pero, como yo no me fío y menos si que lo haga la izquierda depende de él, prefiero y aplaudo la prisa de Sánchez. Oponerse al traslado desde izquierda que por tres veces ha impedido que gobierne la izquierda, eso sí es electoralismo, electoralismo del peor y del más fúnebre.

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