viernes, 18 de octubre de 2019

EL AYATOLLAH TORRA


Hay personajes que creen estar en el mundo para cumplir una misión u, lo que es peor, para nada más. Le pasó a José María Aznar después de escapar al atentado en el que ETA quiso asesinarle y le ocurrió también a Julio Anguita después de salir de aquel primer infarto, ya va por el tercero, en plena campaña electoral hace ya más de un cuarto de siglo. También hay otros a los que el destino, la lotería de la vida si lo preferís, ha colocado, al menos eso creen, en un lugar imposible de imaginar antes, desde el que cumplir su misión soñada.
Es la peor de las combinaciones posibles, porque quienes cumplen esas premisas nunca piensan en lo inmediato, sólo viven y trabajan para ese momento lejano y glorioso de poner los pies en la mesa de Bush, convertirse en referente de la misma izquierda que reventaron o, como en el caso de Torra, entrar en la Historia como el héroe que trajo la independencia a Cataluña, aunque sea a costa de imponer su sueño a los demás, con el consiguiente sufrimiento que causa en una sociedad próspera como la catalana, condenada muy probablemente al aislamiento y el retroceso económico.
Cuando pienso en Torra y los suyos, si es que aún hay alguien con él, me viene a la memoria "Tierra" la segunda parte de la amarga autobiografía del húngaro Sandor Márai, en la que, al hablar del papel del ejército soviético poniendo fin a la ocupación nazi de Hungría, escribe "nos trajeron la paz, no la libertad, porque ellos tampoco a tenían". Quizá Torra, en la más inverosímil de las carambolas, podría llevar la independencia con la que sueña a Cataluña, pero me temo que no devolvería a los catalanes esa prosperidad cada vez más deteriorada de que gozaron, porque el sueño de Quim Torra y quienes están detrás de él es, pese a la grandilocuencia de sus palabras, más bien estrecho y pequeñito.
Ayer Torra, como el personaje sin los pies en la tierra que es, se pasó de frenada en ese discurso ante el Parlament que abrió, cómo no, preguntándose qué dirán mañana los libros de Historia de lo que está pasando, lo que demuestra que le preocupan más esos libros que los ciudadanos de hoy que muy probablemente nunca los leerán. Torra, por su cuenta y riesgo, sin encomendarse a dios ni al diablo hizo promesa de volver a "poner las urnas", sin haber consultado con sus socios de gobierno o sus compañeros de partido, quizá si se encomendó al "barón de Waterloo" que hoy, para desviar el tiro y evitar sorpresas se presenta hoy ante la fiscalía belga que debe decidir sobre la euroorden emitida por España para su detención y entrega a la justicia de nuestro país.
Uno y otro están acostumbrados, como lo están los suyos, a vivir de los fuegos de artificio, de golpes de efecto meditados y oportunos con los que dar otra capa de barniz a la leyenda que construyen para pasar brillantemente a la, su, Historia. Pero, a veces, de tanto jugar al rato y el ratón, de tanto utilizar a los demás en su propio beneficio dan un traspiés y se quedan, como ayer le pasó a Torra, colgados de la brocha y solos.
Quizá Torra, quizá Puigdemont, piensen en llevar la independencia a Cataluña apoyándose en las barricadas que arden todas las noches en Barcelona y otras ciudades. Así consiguió en los setenta el ayatolá Jomeini derribar al sah Reza Pahlevi. El ayatola Jomeini y los suyos lo consiguieron, pero a costa de que la revolución y sus guardianes sumiesen a Irán en una larga noche sin libertades una noche oscura que la mayoría de los iraníes esperaban al salir de la dictadura del sah. A mí me cuesta creer que la sociedad catalana, cosmopolita y más o menos libre, incluso en tiempos de Franco, pueda resignarse a vivir en un país con sus propios guardianes de la revolución, los CDR, velando por la rectitud y la pureza en el seguimiento de los designios del ayatolá Torra.

No hay comentarios: