viernes, 7 de junio de 2019

SUPLENTES DE DIOS


Hace muchos años que, gracias al contacto directo con personajes como el desaparecido Joaquín Navarro Estevan, conocido como "juez Navarro" en el mundo de las ondas, llegué a la conclusión de que, por desgracia, la principal característica de muchos jueces es la de la soberbia y tanto es así que estoy seguro de que si finalmente opositan a la judicatura es porque la plaza de dios lleva mucho tiempo sin convocarse.
Los jueces, en el mejor de los casos, se atienen a la textualidad de los artículos de las leyes que invocan, pero demasiado a menudo lo que más pesa en sus decisiones son sus creencias de todo tipo, religiosas, políticas que, a veces, traspasan el papel en el que están escritas las sentencias y destilan humores que impregnan el aire para quien las lee, no ya de un fuerte olor a rancio, sino de ese olor indescriptible que acompaña al miedo.
No hablaré de la insultante sentencia impuesta a "la manada" ni de todas las decisiones que sobre ella se tomaron posteriormente, tampoco del "movidón" judicial que, en el Supremo, libro a los siempre poderosos bancos de devolver a sus clientes los gastos notariales de las hipotecas contratadas con ellos, mucho menos del garantismo ralentizante de todos los jueces que han levantado y levantan sus barricadas de procedimiento, para que los restos del sanguinario dictador Francisco Franco salgan de una vez del recinto en el que, como una guardia de honor encadenada para siempre, acompañan los restos del responsable de sus desgracias y la de sus familias. Sobre cada una de esas decisiones todos hemos escrito alguna vez, quizá demasiado, y creo que de sobra ha quedado clara nuestra opinión.
Manadas, hipotecas y exhumaciones atrapadas en una ciénaga de formalismos bien gestionada por el abogado, cuñado del exministro Gallardón, por cierto, y el mucho dinero de origen nunca investigado de los herederos, afrentan la inteligencia y los principios de cualquier ciudadano que crea realmente en el sistema. Sin embargo, otra decisión judicial, colegiada en este caso, me ha disparado todas las alarmas, despertándome serias dudas sobre la rectitud y oportunidad de algunas decisiones.
Me estoy refiriendo al suicidio asistido de María José Carrasco, la mujer aquejada de una grave enfermedad degenerativa, a la que su compañero, Ángel, ayudó a quitarse la vida ante las cámaras, después de haber manifestado su deseo de acabar así con su sufrimiento de décadas. Un caso, éste, comprendido y en cierto modo archivado ya por la mayor parte de la sociedad, que comparte las razones de la pareja y en modo alguno quiere que Ángel, los brazos necesarios para emprender ese último viaje que su compañera ya no podía utilizar, sea condenado por lo que fue un gesto de amor.
Pues bien, la Audiencia Provincial de Madrid ha decidido que el caso abierto tras la muerte asistida de María José sea investigado como un caso de violencia de género, como pretendía la primera jueza encargada del caso, una decisión que uno no sabe si atribuir al sarcasmo de los magistrados o a esa inercia que lleva a los jueces a "trabajar a reglamento", acogiéndose a la literalidad de la ley, para no tener que pensar, mucho menos a tomar decisiones que contradigan sus principios morales, pese a que estén a años luz de los de la sociedad en la que viven.
Un dato más que en absoluto me ha sorprendido, entre los magistrados de la sala que ha tomado la decisión de seguir investigando el caso como violencia de género está el juez que fue sorprendido por un micrófono abierto mientras hablaba despreciativa mete e insultaba a una mujer que denunciante de un caso de violencia que debía juzgar.
Sea por lo que sea, que el caso de María José y Ángel siga en un juzgado de violencia de género es un insulto a la inteligencia y una prueba de que es necesaria una revisión de la Justicia y de las leyes de este país, para que no quepan paradojas ni escarnios y para que nadie se crea con derecho a imponer sus criterios por encima del sentido común. Y, claro, también una ley que regule definitivamente la eutanasia para que ni médicos ni jueces asuman el papel de suplentes de dios.

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