martes, 25 de junio de 2019

CADA VEZ MÁS AZUL.


Debo reconocer que, a mí, que siempre me he colocado en la izquierda, me desconcierta y mucho que las lecciones de democracia las estén dando los militantes de un partido que, si algo no ha sido nunca, eso ha sido "de izquierdas". Tenemos mucho que aprender de quienes se rebelan contra la tiranía de un líder equivocado, para el que el fin justifica siempre los medios y no se para en barras a la hora de saltarse los principios, incluso los fundacionales, del partido para conseguirlo. 
Ese fenómeno acaba de ocurrir en Ciudadanos donde, tras la ruptura de Valls por dar sus votos a Ada Colau, en contra de los deseos de Rivera, que infructuosamente quiso hacernos creer torpemente que contaba con el beneplácito del presidente francés, se ha abierto la espita y lo que ayer eran críticas a veces sólo susurradas se han tornado en dimisiones y no de cualquier militante, porque, de golpe han perdido a personajes tan destacados y tan del primer momento del partido como Toni Roldán, Xavier Nart o el líder del partido en Asturias, Juan Vázquez, respaldados los tres por Luis Garicano y Paco Igea, candidato a la presidencia de Castilla León en contra de la voluntad de la dirección nacional que, con malas artes oportunamente denunciadas, quiso sustituirle por Silvia Clemente, ex pepera y más que presunta corrupta. 
A Igea quisieron relegarle sustituyéndole, no por cualquiera sino por una investigada por corrupción que, además, era hasta ayer líder destacada del PP, el partido que lleva décadas gobernando la región como si de una finca se tratara, como si hubiese establecido el mismo tipo de régimen que repudiaron al socialismo andaluz. Tanto como para aceptar los votos de la ultraderechista Vox, para gobernar en coalición con el PP, al que se suponía que pretendían superar en las urnas.
Una senda errática la de Albert Rivera que ha desguarnecido, si no desmantelado del todo, el partido en Cataluña, origen y razón del partido en aquellos tiempos de Francesc de Carreras y Arcadi Espada, para traerse a sus figuras más destacadas a Madrid, donde, por ejemplo, la ambiciosa Inés Arrimadas suplanta, a la hora de "comerse los marrones y poco más", al mismísimo Ribera, desaparecido de los foros públicos últimamente, como si no fuese capaz de asumir la incoherencia de sus bandazos, una incoherencia que, al menos en las encuestas, está minando la confianza de sus votantes. 
No se puede presumir de ser un bastión contra la corrupción cuando con los escaños obtenidos con esa premisa se apuntalan gobiernos del PP allá donde ésta parece haber sido la razón de ser de gran parte de sus acciones. No se puede "montar" la que se ha restado montando durante años a propósito del independentismo, vetando al "sanchismo", como dicen y que no es otra cosa que el PSOE que quieren los militantes y votantes del partido socialista, por llegar a acuerdos con los independentistas catalanes o Bildu, para pretender entregar el ayuntamiento de Barcelona a esos independentistas, con Ernest Maragall al frente. No se puede hacer gala de europeísmo para acabar al lado del único partido español, Vox, que puede tildarse de euroescéptico. No se puede pretender ser feminista o ecologista y llegar de la mano de ese mismo Vox al ayuntamiento de Madrid, de cuyas concejalías se han retirado las pancartas contra la violencia contra las mujeres, el mismo ayuntamiento que pretende cargarse "Madrid Central", pese a sus buenos resultados, el mismo ayuntamiento que siempre ha hecho gala, incluso con el PP, de tolerancia hacia la diversidad y ya está censurando las banderolas que saludan la semana del orgullo.
No se puede estar, como dijo ayer Toni Roldán, al abrir con la suya la cadena de dimisiones, en un partido creyendo que es el que ayudó a fundar y hacer crecer para ver que se ha convertido en otro, no se puede, como también dijo, pretender acabar con rojos y azules, siendo cada vez más azul. De Pablo Iglesias y Podemos, que también tiene lo suyo, volveremos a hablar otro día.

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