lunes, 10 de junio de 2019

FUERA CARETAS!!


Ya está. Perded toda esperanza. Ciudadanos es derecha pura y dura y, si sus votantes creían otra cosa, que vayan penando en cambiar su voto, pero que no se preocupen, porque van a tener tiempo para hacerlo: cuatro años en los que vamos a ver, ellos también, el verdadero rostro del partido de Rivera.
Anoche nos enteramos de que, sin luz ni taquígrafos, en un hotel, como los amantes furtivos que esconden su amor o sus vergüenzas, se encontraron más o menos clandestinamente Ignacio Aguado, de Ciudadanos, y Rocío Monasterio, de Vox, para tratar de los "apaños" el cambio de cromos en el zoco, usando la terminología de unos y otros, a qué están dispuestos a llegar para repartirse el gobierno t los puestos clave de la Asamblea de la Comunidad de Madrid.
Lo curiosos es que, a quienes conservábamos alguna esperanza, alguna fe, en el partido de Rivera o en su discurso nos costó creer, no ya lo que estaba pasando, que siempre lo hemos creído posible, sino que la cosa fuese tan burda como para dejarse ver juntos en un lugar público. Luego, conociendo más del encuentro, sabiendo que la celestina de esa tarde de amor clandestino había sido Isabel Díaz Ayuso, la tercera pata del "ménage a trois" que, salvo un milagro, y los milagros no existen, nos va a gobernar y va a administrar nuestros dineros los próximos cuatro años.
Confieso que me costaba creerlo, como me costó creer que los diputados Tamayo y Sáez, elegidos en la lista del socialista Rafael Simancas, desaparecieron, también en un hotel, para generar el quorum que necesitaba Esperanza Aguirre para gobernar Madrid, iniciando una etapa de gobierno que ha llegado hasta nuestros días, en la que la corrupción floreció en Madrid, mientras se desmantelaba o se deterioraba lo público, para regocijo de las ranas del charco de la condesa y perjuicio de todos los madrileños.
En este caso, nada es casual ni es inocente. El interés de Ayuso en que Aguado y Monasterio de viesen estaba en que Ciudadanos accediese a dar una silla a los ultraderechistas de Vox en la mesa de la Asamblea de Madrid, el órgano que, bajo control monocolor, puede decidir el signo de la legislatura, bloqueando determinadas iniciativas y dando paso a otras, como pudimos ver en el Congreso de la pasada legislatura, en el que la hoy tan loada Ana Pastor hizo y deshizo primero al antojo de Rajoy y luego en contra de Pedro Sánchez, impidiéndole sacar adelante muchas de las leyes con que quería adornar su corto mandato hasta las elecciones. 
Una vez perdidas las esperanzas en Madrid, ayuntamiento y comunidad, centro mis esperanzas en que quienes realmente creyeron en los principios del partido de Rivera se sientan incómodos con el pasteleo madrileño y trabajen para defender su independencia en cada autonomía o para minar el liderazgo autoritario y un tanto esquizofrénico de Rivera. De momento Valls ya lo ha hecho desde su lista en Barcelona, aunque sin demasiada fuerza y habrá que ver si el ejemplo cunde en autonomías como, por ejemplo, Castilla-León, donde el largo brazo de Rivera y los suyos estuvo a punto de echar por tierra el trabajo de su propio partido en la región.
No son muchas las esperanzas, al menos a corto plazo, aunque a uno le consuela pensar que, de aquí a que pasen los próximos cuatro años, que van a ser muy duros, los votantes honrados de Ciudadanos, que también los tiene, tomen nota de lo que está a punto de pasar y se ocupen de que no se repita, bien porque cambien su voto o bien porque propicien un cambio en el liderazgo del partido. Será, en todo caso, la mejor de las consecuencias de ese ¡fuera caretas! que ayer se escenificó en un hotel de Madrid y que Díaz Ayuso quiere repetir, ya con el trío al completo, para que no haya dudas de que, con los votos de su odiado Ciudadanos y los de la extrema derecha, será la nueva presidenta, otra del PP, de la Comunidad de Madrid.

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