lunes, 17 de junio de 2019

SEGUNDAS VUELTAS SÍ SON BUENAS


Escuchaba esta mañana a Iñaki Gabilondo preguntándose si era el momento de pensar en introducir la segunda vuelta en los procesos electorales en España y creo que tiene toda la razón. Venimos de un bipartidismo más o menos inducido, más o menos perfecto, que, durante muchos años, a mi modo de ver demasiados, que ha permitido la alternancia en el gobierno del Partido Popular o UCD y el PSOE. Eran tiempos en los que dos o a lo sumo tres partidos, con el apoyo mercenario de los nacionalistas, se hacían con el gobierno.
Así ocurrió con el paulatino deterioro del Partido Comunista, primero, y de Izquierda Unida, después. Sólo cabía la sorpresa que introducían algunos partidos regionalistas en las elecciones generales y las autonómicas o esas extrañas agrupaciones de electores, a veces con intereses inconfesables, en las municipales. Sin embargo, la explosión de insatisfacción, sobre todo entre los jóvenes, que reveló la primavera del 15-M, abrió el panorama y permitió a la desfallecida Izquierda Unida volver a asomar la cabeza en el banquete, bien en solitario, bien entreverada bajo otras siglas en las listas de Podemos, la fuerza que se apropió, no siempre respetándolo, del espíritu del 15-M.
Casi simultáneamente a la aparición de Podemos en el panorama electoral, vio la luz en el ámbito nacional Ciudadanos, un partido "ni chicha ni limoná" que poco a poco fue ocupando el espacio de la UPyD de Rosa Díez, aunque con más proyección en el panorama nacional, porque, reconozcámoslo con tristeza, el anticatalanismo del que había nacido Ciudadanos ha tenido siempre más mercado en toda España que el espíritu vengador contra ETA o cualquier salida pacífica para la banda y, una vez desactivada la organización terrorista, para algunos, tenía más sentido el crecimiento del partido de Rivera, pese a su gusto por las alianzas ambiguas y clandestinas.
Pasamos por tanto de dos partidos con peso en las instituciones a cuatro, cuatro partidos que, en lugar de engrasar la maquinaria del sistema, acabarían gripándola, cuatro partidos que hace sólo dos años, y por dos veces, llegaron a sendas situaciones de bloqueo en la formación de gobierno que, finamente y tras el paso al frente del diputado Sánchez, que se postuló para asumir la investidura, declinada por Mariano Rajoy,  se resolvieron mediante la abstención, impuesta y a regañadientes, los diputados del PSOE, para la reelección de un Rajoy en claro declive y acosado por el cerco judicial a la corrupción del PP. 
Aquella reelección penosa, tras meses de inoperancia, desembocó en la moción de censura presentada por el PSOE en nombre del ya ciudadano Sánchez a días de la condena del Partido Popular en juicio por la trama Gürtel. Aquella moción dio paso a ocho meses de gobierno de Pedro Sánchez que, tras ver rechazados sus presupuestos en el Congreso, convocó unas elecciones que ganó claramente, aunque sin mayoría que pueden llevarnos a otro impasse como los vividos hace dos años.
No hablemos ya de la situación en que los malabarismos del partido de Rivera, que, abandonando el que parecía su objetivo primordial, liderar la oposición, y después de una serie de fichajes a diestro y siniestro más que desconcertantes, acuciado por las prisas y una ambición ciega, ha decidido dar a Casado y su partido lo que los ciudadanos no quisieron darle en las urnas, a cambio de casi nada y blanqueando de paso todo lo que de siniestro, machista, xenófobo, autoritario y poco o más bien nada democrático tiene el partido de la extrema derecha, Vox, colaborador necesario en la alteración de los deseos expresados en las urnas por los ciudadanos.
Creo que la única salida es el establecimiento de la segunda vuelta en las elecciones que, como en Francia, resuelva estos laberintos poselectorales que ahora se resuelven mediante pactos no siempre claros y no siempre justos, dejando que sean los ciudadanos quienes resuelvan entre las dos opciones que resulten de las alianzas entre partidos en una nueva e inmediata consulta ya inapelable, porque el pacto, sea el que sea, necesitará el refrendo inmediato en las urnas de los ciudadanos. Un sistema que garantiza una mayor estabilidad, porque el resultado, en el peor de los casos, ha sido decidido dos veces en las urnas.
Creo que deberíamos ir pensando en ello, porque lo que no puede ser es que, como está ocurriendo en ayuntamientos y puede ocurrir en gobiernos autónomos, un partido, el que menos votos ha recibido de los cinco grandes sea el que a cambio de un poder inmerecidos, decida quien gobierna los cuatro años siguientes.

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