viernes, 21 de junio de 2019

EL PRIMO DE RIVERA



Siempre ha habido alguien detrás de Albert Rivera. Uno no sale de la nada y, de repente, por el mero hecho de insinuarse desnudo en un cartel se convierte, no ya en líder, sino en uno con posibilidades de llegar al gobierno de la nación. A mí no me cabe duda de que, para llegar a donde ha llegado, el líder de Ciudadanos ha necesitado importantes apoyos, porque no todo es atrevimiento, también hay que diseñar distribuir y colocar los carteles y, eso, siempre ha sido caro. También son muy caros los asesores que ayudan a "colocar" ese mensaje en el momento adecuado a los ciudadanos adecuados.
Lo había intentado Miquel Roca hace más de treinta años hace casi cuarenta años, en aquel intento de fracasado de colocar en el panorama político español un partido centrista que ocupase el hueco que iban a dejar la UCD y el CDS, un partido distinto, el PDR, que se prometía democrático y que estaba patrocinado por los Garrigues y por parte del poder económico que buscaba una derecha que siempre se disfraza de centro, homologable a ese centro derecha europeo, que tan lejano quedaba entonces.
A Roca no le faltaron los medios ni los apoyos mediáticas necesarios para darse a conocer, pero por desgracia para él, la última palabra la tenía, y la dio en las urnas, el electorado, con lo que todo ese esfuerzo para crear un partido nacional equiparable a la Unió Democrática de Cataluña, en la que Roca militaba y siguió militando.
Al pensar en el Partido Reformista Democrático, PRD, era inevitable pensar en la larga sombra de los Garrigues y en su cercanía a los Kennedy y al Partido Demócrata, una relación muy positiva, porque ya entonces había que buscar modelos en el extranjero que nos sacasen de esa "pelea a garrotazos" que tan magistralmente inmortalizó Goya, había que buscar una "tercera vía" que abriese una brecha en y acabase con la dicotomía izquierda-derecha en la que los españoles hemos vivido tantos años.
No fue la primera vez ni fue la última. Todo partido que se precie, más ahora que ha de medirse en las elecciones al Parlamento Europeo y, por ello, todos los partidos han buscado siempre "socios" con los que posar en la foto, para parecer más importantes y Rivera o sus mentores eligieron parecerse a los liberales europeos, entre los que el líder indiscutible era y es Enmanuel Macron, con más prestigio fuera de Francia que en la misma Francia. Por ello, Rivera se ha visto acompañado en sus mítines por figuras de esa familia europea.
Rivera, sabedor del poder de esas imágenes y esos gestos, ha explotado siempre la presencia, de esos líderes europeos, así como sus contactos y sus visitas para con ellos. Quizá por eso apostó por el ex primer ministro francés Manuel Valls, para su candidatura al ayuntamiento de Barcelona, era algo así como fichar un guardaespaldas para defenderse de quienes le acusaban de estar derechizándose. 
En lo que no cayó Rivera es en que hay cosas con las que no se juega y en que, en Francia, como en el resto de los países maduros y democráticos las cosas que se dicen tienen consecuencias ni en que la prensa de ahí fuera suele preguntar, más si no está atrapada en la ciénaga de las filtraciones y las fuentes. Por eso, ni corto ni perezoso, Albert Rivera, cuestionado por su apoyo a Vox, creyó que lo mejor sería volverse de Bruselas con el respaldo del presidente francés, el mismo que pe pide que facilite el gobierno de Sánchez, para cabreo de su socio clandestino, Vox, que tildó de "injerencia de un país extranjero" el consejo de Macron, así que, intrépido e irresponsable, Rivera se atrevió a "inventarse" una felicitación personal por parte de quien paró los pies a Marine Le Pen, por los pactos con Vox para conseguir el gobierno andaluz y unos cuántos más, si finalmente logra hacerse con el madrileño, entre otros.
Dicen que las mentiras tienen las patas cortas y la de Rivera sobre la felicitación de Macron ha durado poco. En cualquier caso, mucho menos de lo que va a durar el recuerdo del ridículo del líder de Ciudadanos y el desplome de su ya escasa credibilidad que ya le acompañará pasa siempre. El hiperactivo Rivera lo sabe y sabe que ha metido la pata gravemente. Por eso se esconde de la prensa, por eso se cabrea cada vez que ve un micrófono, porque sabe que esperan una respuesta coherente y creíble o, por qué no, una petición de disculpas por haber tomado el nombre de Macron en vano en su estúpida mentira.
Rivera, como hacen los niños que se inventan primos policías, hermanos militares o, en mi infancia, tíos de la guardia de Franco, ha querido salir en la foto con su primo de Zumosol inventado, pero le ha salido el tiro por la culata, porque el primo de Rivera ni se calla ni se chupa el dedo y la fantasía del líder de Ciudadanos, además de ser una burda mentira, a él, comprometido, como la Europa en la que queremos estar, con el aislamiento de la extrema derecha, le dejaba en muy mal lugar. Cabrear al primo o, peor aún, quedarse sin él es siempre malo, más, cuando para Rivera y su partido, las cosas empiezan a ir de mal en peor

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