Confieso que tengo estos días otras cosas en la cabeza y que
me he hecho por ello, un poco remolón a la hora de "hincarle el
diente" a la Conferencia del PSOE celebrada este fin de semana en Madrid.
Y es que, siento tener que decirlo, me da mucha pereza ponerme a pensar en
ello. Eso me preocupa. Y me preocupa, porque, si a mí, que siempre me
he considerado un ciudadano preocupado por la política más de lo que lo
está la media, no consigue interesarme lo que ha decidido el partido que
hasta hace unos años ha sido o debería haber sido la alternativa
progresista a los poderes fácticos, esos que creíamos ya muertos y sólo
estaban dormidos, mucho menos les va a interesar al resto de los ciudadanos.
A esos ciudadanos les va a costar mucho volver a creer en un
partido que se ha puesto a mirar para otro lado, mientras la derecha dinamitaba
las defensas construidas a pico y pala durante años y que, a la hora de la
verdad, han desaparecido ante sus ojos, mientras la voz de quienes hasta
entonces creían que eran sus representantes, descalificaban a quienes, de
una manera espontánea, desde la calle y sin más medios que el agobio y la fe en
la fuerza de la sociedad, les habían arrebatado la bandera de la defensa
de los más débiles. Quienes ayer nos dijeron que se van a poner de nuevo del
lado de la gente son los mismos que justificaban los desahucios, los mismos que
establecieron las cabezas de puente en la sanidad y la educación públicas, para
que la apisonadora de la derecha y el capital multinacional las arrasen.
¿Por qué hemos de creerles ahora, por qué son quizás un mal
menor? ¿Quiénes son un mal menor? ¿Los mismos que llevan años sin querer
afrontar reformas vitales de la Constitución como la definición territorial del
Estado o la sucesión a la corona y en apenas unas horas la cambiaron
para que pagar a los acreedores se antepusiese a defender a los ciudadanos?
Eso, la gente sencilla, la que también vota, que es la que sube y baja
gobiernos, la que se entusiasma y se cabrea con ellos, no lo entiende, ni lo
puede entender.
Acabo de escuchar al presidente asturiano, Javier Fernández,
hablar de táctica y estrategia, cuando en lo que deberían estar haciendo es
salir a la calle, llamar puerta por puerta a las casas de ciudadanos
que dan gracias por este otoño amable, porque no saben cómo pagar la
calefacción o deteniéndose en los parques a hablar con los jubilados
preocupados por su pensión; explicar a las madres y padres, a las puertas de
las escuelas cómo van a devolverles las becas para libros y
comida , y, a la puerta de los centros de salud y los
hospitales garantizándoles a los pacientes que el copago, las listas de
espera y la expulsión de los más débiles de las consultas van a
ser otra vez cosa del pasado.
No sé cómo lo van hacer. Lo que sí sé es que si siguen
anteponiendo el partido a las necesidades de la sociedad, perderán el
tiempo, porque pasará a ser también cosa del pasado, como lo fue el partido
socialista italiano. Falta generosidad en los partidos y en especial en el
PSOE. Han reducido su contacto con la sociedad a abrir de vez en cuando la
ventana de un mini mitin de fin de semana, a colocar a sus políticos o
periodistas afines en las correspondientes tertulias y poco más.
Está claro que eso ya no funciona y la pregunta es ¿y ahora
qué?
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