Dijo Mariano Rajoy en su día, al referirse a Carlos Fabra,
ese político, ese ciudadano que ayer se alegraba de haber sido condenado
"sólo" a cuatro años de prisión, que era un ciudadano y un político
ejemplar. Qué ironía. Y más aún si caemos en la cuenta de que esa etiqueta de
"ejemplar" se la regala el presidente del gobierno que, en los
apenas dos años que llevamos de legislatura, ha empobrecido de manera más
severa a los ciudadanos de este país, esa etiqueta se la ha regalado a
personajes como el omnipotente presidente de la diputación de Castellón,
al tesorero entonces y hoy maldición del PP y suya propia, Luis
Bárcenas, o el ex presidente de la Generalitat, tan dado a hacerle pedorretas a
la Justicia, Francisco Camps.
Todos ciudadanos y políticos ejemplares, según Rajoy, al que
la mierda ya le llega a los tobillos y al que, por poco que se mueva, ya le
cubre la peana. Cuando escucho a Rajoy decir con esas caras, unas veces de
miedo crispado y otras simplemente de crispación, no puedo por menos que evocar
el gesto de esos defensas "cañeros" que, después de rebañar con
saña las piernas del Ronaldo o Messi de turno alzan los brazos y las
cejas, mientras se encogen de hombros, como diciendo, todavía con la bota
caliente de la patada, yo no he hecho nada.
Sólo el mismo cinismo que mueve al defensa carnicero a
mentir tan descaradamente ante los ojos de todo un estadio, puede llevar al
presidente del gobierno a burlarse como lo hace de los ciudadanos, no sé si
ejemplares o simplemente demasiado pacientes, que le sufren cada día. Una burla
comparable a la que sentimos los ciudadanos por parte de la justicia, capaz de
la cuadratura del círculo, cuando le conviene al poder que nombra a quienes
mueven el escalafón de la carrera judicial y a quienes tienen en sus manos la
decisión de nombrar y elevar a lo más alto de la jerarquía a jueces,
"cómodos" o afines
Sólo la justicia es capaz algunas veces de, con los mismos
juncos, con los mismos elementos, hacer cestos, sentencias, tan diferentes.
Así, por ejemplo, en la sentencia de ayer se da como probado que Carlos Fabra
medió ante la administración para facilitar y engrasar los negocios de un
amigo, del que, también ha quedado probado, recibió dineros, sin que los
magistrados del caso hayan sido capaces de establecer la relación entre una
cosa, otra y el enriquecimiento obsceno del que durante tantos años ha sido
presidente de la Diputación de Castelló y factótum del PP, no sólo en la
provincia, sine en toda la Comunidad Valenciana.
La sentencia de ayer, siendo condenatoria y siéndolo, como
ya otros han recordado, por los mismos motivos que se condenó al gánster
Capone, ha sido una bendición para Fabra, quien, en el peor de los casos, no
tomará el sol en el patio de una cárcel. Lo ha sido, como el condenado a
cuatro años no ha dudado en reconocer, lo que da una idea de hasta qué
punto entraba en sus cálculos algo peor. De modo que, la de ayer no ha
sido una buena noticia para quienes queremos creer en la Justicia igual
para todos, Tanto que me creo con derecho a creer que la sentencia es como una
enorme y sonora pedorreta del ser más faltón y tabernario personaje de la
política española en plena cara de quienes pagamos nuestros impuestos.
Con ciudadanos y políticos tan ejemplares como estos, señor
Rajoy, no le extrañe que cada vez sean menos quienes se acercan a las urnas a
decidir el destino de este país. A mí me preocuparía, aunque, ahora que lo
pienso, a lo peor, a usted es eso lo que le conviene.
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