Querer y tener, amar y poseer, son verbos distintos. En
absoluto son sinónimos y, es más, apenas tienen nada que ver, por más
que algunos estereotipos, repetidos machacona y casi obsesivamente, en el
cine y la televisión se empeñen en inocularnos. Sin embargo, es evidente
que esos mensajes siguen calando en la sociedad por más campañas que se hagan
para combatirlos, como demuestra el estudio presentado ayer sobre la
"Evolución de la adolescencia española sobre la igualdad y la prevención
de la violencia de género", presentado ayer por el Gobierno.
Lo más preocupante es que, a pesar de todas las campañas
que desde hace años tratan de combatir la violencia de género, los modelos
de conducta que llevan a ella, no sólo se mantienen, sino que crecen entre
quienes constituirán la sociedad del futuro, porque, según se ese
estudio, nuestros adolescentes, pese a conocer la información sobre,
reproducen los comportamientos que llevan a ella sin que, al menos así lo
manifiestan, aparentemente sean conscientes de ello.
Lo más preocupante del estudio es que, al parecer, nuestros
jóvenes y no tan jóvenes han encontrado en las nuevas tecnologías potentes
instrumentos de dominación sobre sus parejas. Y es que tener siempre a mano un
móvil que puede acabar convirtiendo al de la pareja en una pulsera
electrónica con la que controlar sus movimientos, lo mismo que tener en
el móvil de esa pareja un registro de con quién, cuándo y por cuánto
tiempo habla o se relaciona esa pareja es para gente inmadura un
terrible instrumento de acoso y tortura.
Tenemos que enseñara a nuestros hijos que nadie es de nadie
y que nadie se entrega ni debe entregarse incondicionalmente a nadie. Que los
únicos dueños de cada uno de nosotros somos nosotros mismos y que a lo único
que estamos obligados es a la responsabilidad propia y al respeto a los demás.
Pero el único modo de enseñárselo es practicándolo,
respetando a nuestras parejas, respetando su libertad, dándoles nuestro amor y
haciéndonos merecedores del suyo. Otra cosa es más propia de la ganadería que
de una relación inteligente, porque, con los celos, y en el origen de esa
obsesión del control no están los celos o acabarán llevando a ellos, con los
celos, insisto, se sufre y se hace sufrir.
Tenemos que enseñar a nuestros hijos e hijas a no ser
esclavos del móvil. A mantener relaciones ciertas y abiertas. A no encerrar sus
vidas en una pantallita que puede llegar a convertirse en una obsesión y, sobre
todo, a que querer no es tener, que amar no es poseer. Quizá así aprendan
también a ser felices.
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