Llevo unos cuantos días dándole vueltas a una idea que
resulta bastante peregrina lo admito, pero no porque realmente lo
sea, sino porque el fariseísmo instalado en todos los ámbitos del poder, sean
cuales sean y del color que sean, la hacen hoy por hoy inviable. La tan
peregrina idea es la de que, para ser elegido diputado o para formar parte de
un gobierno habría que establecer un tope máximo de patrimonio, por encima del
cual el escaño o el despacho estuviesen votados.
A los políticos les pasa lo mismo que a quienes escriben
novelas, que las escribe inspirándose en lo que han vivido
o leído. Y eso es así al menos hasta que ganan un premio literario de postín o
alcanzan la fama y, entonces, dejan de vivir y sentir, si no es para cumplir
con el maratoniano programa de firmas y la cadena de entrevistas de promoción,
a los que les obligan tanto la editorial de marras como, por qué no
decirlo, la ambición de vivir en una casa mejor, tener un coche mejor o
beber, al caer la tarde, un whisky mejor.
Al final, todos estos autores ataban cortando el hilo que
les ataba a esa realidad que hasta entonces les inspiraba y hacía
interesante para la mayoría de la gente su obra. No quiero ser maximalista
ni mucho menos excluyente, pero lo he visto demasiadas veces y he padecido
como lector las consecuencias de que muchos de esos autores hayan
acabado convertidos en una especie de niños burbuja, imposibles de
contaminar por sentimientos y pasiones reales. Los autores pasan entonces a
medir y dosificar una realidad sintética, escribir pensando más en el
márquetin, las cifras de ventas y la literatura, la creación o la obra,
como acaban diciendo cuando se refieren a su trabajo.
Os preguntaréis porque hablo de escritores y
de literatura, cuando el título que he escogido para esta entrada es
"POLÍTICA Y RENTA". Muy fácil, basta con cambiar algunas palabras:
literatura por política, autores por políticos y promociones o márquetin por
elecciones. Entonces lo entenderéis a la perfección o, al menos, eso
espero. A nuestros políticos les ha pasado y les está pasando. Tienen muy poco
que ver ya con la realidad que vive el resto de la gente y la novela
que nos escriben a través de las leyes que aprueban, las polémicas en que se
enredan o las decisiones que toman.
Los políticos "profesionales", salvo honrosas
excepciones, ya no viven entre la gente, no viajen en metro o autobús y no
comen en los restaurantes de menú donde lo hacen los curritos. ES por eso por
lo que ya no nos sirven, tomando la palabra "servir" en el sentido
que tiene de servicio, de trabajar para nosotros. Por eso, el ministro
Wert tomó la decisión, luego rectificada sin el menor asomo de dignidad,
de dejar de pagar a los erasmus, y su amiga y secretaria de Estado de Educación
dijo que, al fin y al cabo, salir o no a estudiar al extranjero no va de
120 euros al mes.
Estoy seguro de que si la señora Gomendio tuviese que vivir
de un sueldo de menos de mil euros o, en todo caso, del que marque la media
salarial en España, en lugar de hacerlo de un patrimonio de casi quince millones
de euros, no habría dicho lo que dijo, que además de demostrar su ignorancia de
la realidad y su falta de sensibilidad es una cruel gilipollez.
Por eso ahí queda mi propuesta: que nuestros políticos
tengan un patrimonio similar al de la media de los españoles y que vivan del
sueldo del que viven muchas familias españoles. Seguro que, así, sus decisiones
tendrían más que ver con nosotros.
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luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
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