Poco les duró la alegría a los trabajadores de la televisión
valenciana. Fueron apenas unas horas, las que transcurrieron desde que se
conoció al anulación por parte del Tribunal Superior de Justicia de la
Comunidad Valenciana del ERE que puso en la calle a más de mil de sus
trabajadores y la filtración de la decisión del gobierno valenciano de cerrar
el ente.
En cuanto supe que se había anulado el ERE, cruce mensajes
con una amiga, que formaba parte de la minoría que había conservado su empleo y
que, no por ello, había dejado de luchar al lado de sus compañeros
despedidos.
Me decía que tenía sentimientos agridulces ante la anulación
de aquel ERE-tan salvaje, añado yo- porque, con la admisión de todos sus
compañeros cabía la posibilidad, fatalmente cumplida, de que la Generalitat
decidiese echar el cierre de la radio y la televisión que durante tantos años
había sido, para los gobiernos que pasaron por ella, poco más que un juguete
propagandístico que era, en sí mismo, un insulto a la dignidad de sus
trabajadores y a la inteligencia de los valencianos.
Canal Nou fue, a pesar de sus trabajadores, poco más
que eso, un instrumento de propaganda, en el que ejercer con
profesionalidad el periodismo y sentirse respetado era harto difícil. Su
principal función era la de cantar las alabanzas de los presidentes de turno y,
para lograrlo, como ya enseñó a hacerlo TVE en sus etapas más negras, se
llenaban los pasillos de trabajadores decentes y rebeldes, sometidos a lo
que aún no sabíamos que se llamaba mobbing, pero dolía igual, mientras se
contrataba a trabajadores más dóciles, de esos que, alguien lo diría con
cinismo, sienten los colores.
Esas plantillas infladas para colocar a los fieles y los
seguimientos inútiles para el bien público, caros y arbitrarios de los Zaplanas
y Camps de turno, no le bastaron a las sanguijuelas instaladas en la dirección
del ente, sanguijuelas que, como las que se esconden en ríos, fuentes y
abrevaderos, tienen la precaución de anestesiar la conciencia de sus
principales víctimas, los ciudadanos.
No les bastó. También se ocuparon de alimentar sus bolsillos
y dar gusto a su bragueta, porque no sé si primero en Valencia o en Madrid,
aprendieron lo útil que resulta una radiotelevisión pública para saquear las
arcas públicas a base de cargarle facturas escandalosamente hinchadas. Y no se
sabe, porque la trama Gürtel nació simultáneamente en Madrid y Valencia, y fue
la trama Gürtel la que clavó sus dientes en el dispositivo organizado para el
seguimiento de la visita del Papa a Valencia, una visita que le vino de perlas
a Camps para tapar la vergonzosa por evitable tragedia del metro de la capital
valenciana.
Telemadrid ha sido, y en especial después de la llegada de
Esperanza Aguirre a la Puerta del Sol, un remedo del reino de taifas en que se
convirtió la RTVV. La presidenta forzaba la repetición de tomas para
"sacarla guapa", pero no sólo eso, también encargaba reportajes
ideológicamente infumables, en los que la verdad casi siempre -y digo casi
por ser generosos- quedaba fuera. Y lo peor es que, al menos en el caso de
Canal Nou, el esfuerzo y la profesionalidad de la mayoría de sus trabajadores
ponían en la antena un producto digno, seguido por una gran audiencia.
Eso fue así hasta que cayó en manos de los gobiernos
autonómicos la varita mágica de la televisión digital. Desde ese momento ya no
hizo falta justificar nada, Bastaba con conceder los nuevos canales a quienes
tenían como único aval su facilidad para lamer la mano del amo. Las
televisiones públicas dejaron de tener entonces interés para los sátrapas. Era
más fácil sostener artificialmente las teles del digital party y, claro, hicieron
lo posible para dejar caer las televisiones públicas que, hasta entonces
habían sido su juguete. Un juguete caro y delicado, maltratado por su
dueño hasta que pierde los brazos y las piernas o salta su cuerda y
acaba irremediablemente en el cubo de la basura del niño déspota y caprichoso
que lo destroza.
Es lo que ha hecho ayer Fabra, tirar a la basura el juguete
heredado y roto o rajar su balón ahora que parece que va a perder el
partido.
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