Confieso que, cuando ayer escuché las voces de quienes
habían liderado la huelga de limpieza de las calles de Madrid, me emocioné. Me
emocioné cuando escuché el aplauso que esos sindicalistas y los trabajadores
presentes, con algún familiar también presente, dedicaron a los
ciudadanos que, siendo los más perjudicados por el conflicto, dieron, por
primera vez en mucho tiempo, toda una lección de solidaridad responsable
para quienes se estaban jugando tanto como su propia supervivencia y la de su familia
en una huelga que ha durado trece días.
Creo que esta huelga y, sobre todo, su final han sido
toda una lección para esta sociedad tan cohibida, resignada y dolorida en que
nos ha tocado vivir. La firmeza de todos estos trabajadores ha venido a
demostrar que, también en una democracia tan hipócrita como la que padecemos,
la última palabra también puede y debe ser de los más débiles cuando les
asiste la razón y la fuerza. Esta huelga ha echado por tierra años de campaña
del TDT party de doña Esperanza contra los sindicatos y la labor que, con mayor
o menor acierto, cumplen en esta sociedad invadida por los atilas del más
ultra de los liberalismos.
La estrategia de estos nuevos bárbaros que quieren
quedarse con el botín del que hasta hace poco ha sido nuestro mayor
tesoro, el Estado de Bienestar, tiene mucho que ver con la de las manadas
de lobos que acosan a los rebaños mordisqueando las patas de los animales,
debilitándolos, agotándolos y aislándolos para, una vez agotados y
aislados, devorarlos a placer. Y, claro, para esa cacería, los líderes,
los que tienen experiencia, sobran. Afortunadamente, los sindicatos estaban
ahí, para animar a la resistencia y aplacar la rabia que, con toda lógica,
desató en muchos de ellos.
Gracias a esa serenidad, los intentos de la alcaldesa por
culpar del conflicto a los trabajadores han resultado, no sólo baldíos, sino
que se han vuelto en su contra. La firmeza de quienes se lo jugaban todo, ha
dado al traste con la actitud cobarde y aviesa de doña Ana, que perseguía
rendir por hambre a los "barrenderos" madrileños. La alcaldesa
intentaba agotar los plazos para dejar a los empresarios las manos
libres para despedir a sus trabajadores. Pero ni siquiera así llegó a
quebrar su voluntad.
Más bien al contrario ese encerrarse tras la tronera para,
desde allí, disparar a los huelguistas tuvo un escandaloso reflejo en gran
parte de la prensa internacional. Así, las portadas que quería
para "su" Madrid olímpico, las tuvo, en negativo, dedicadas a la
huelga y su nefasta gestión del asunto. Tantas y tan duras, que su partido se
vio obligado a darle un toque de atención. Y todo, porque la inacción, el
dejar pudrirse la situación practicada por la señora Botella y
quienes la rodean amenazaba ya con llevarse por delante la imagen de la capital
y el gobierno de España. Fue por eso que se vio obligada tomar decisiones
y a hacer cumplir la ley a los contratistas. Y eso sólo, que podría haberse
producido mucho antes, bastó para que éstos se aviniesen a negociar.
Estoy seguro de que esta huelga de limpieza en Madrid
pasará a la pequeña gran historia de las luchas obreras en España, como aquella
huelga de tranvías de Barcelona en pleno apogeo del franquismo o
algunas del sector de la minería. Gracias a ella y al final feliz, feliz
dentro de un orden, que ha tenido se ha vuelto a oír en las calles, en los
aparatos de radio y en los telediarios ese "Viva la lucha de la clase
obrera" que hace ya tiempo que comencé pensar que no volvería a oír.
Los trabajadores de la limpieza y sus líderes nos han
mostrado cuál es el camino. Nos han enseñado que, cuando se mantienen
unidos y firmes, no hay barrera que no puedan derribar ni injusticia que no
puedan tumbar. Pero no sólo eso. También han puesto en evidencia la torpeza de una clase política, incapaz de empatizar con aquellos a quienes dicen representar y constatar, y el caso de Ana Botella es el paradigma, que esos mismos políticos tienen poco sentido de la realidad y demasiados asesores. Hasta el punto de que la alcaldesa ha dicho, seguro que porque alguien se lo ha escrito, que la huelga, que se desató por la prepotencia que les han dado todos los instrumentos que la última reforma laboral del PP ha puesto en manos de los empresarios, esa huelga, se ha podido solucionar gracias a esa reforma.
Han salvado mil cien puestos de trabajo y han salvado sus
salarios y todo gracias a que han sabido elegir y recorrer hasta el final el
camino adecuado. Nos han dado, han dado al mundo, toda una lección.
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