Como tontos útiles. Supongo que es así como se habrán
sentido los miembros de las Asociaciones de Víctimas del Terrorismo que tanto
pareció antes defender el PP, al comprobar, después de su entrevista con el
ministro del Interior, que sólo fueron uno más de los arietes, quizá el más
desgastado, que utilizó el PP en su acoso al gobierno de Zapatero.
Vaya de antemano mi solidaridad con su dolor y mi
comprensión para con si ira, aunque nunca podrán contar con mi apoyo en su
pretensión de dar su visto bueno a cualquier camino que se emprenda para
encontrar una solución que permita poner fin de una manera digna que no resulte
inaceptable para la otra parte, ahora que ETA ha dado un paso tan importante
para la paz, como parar su actividad terrorista sin condiciones previas.
No quiero decir con esto que me pongo del lado de las
víctimas y en contra del Gobierno, no. Más bien al contrario, creo que cualquier
paso que dé Interior en este sentido, si es que éste lo ha sido, no sólo será
positivo, sino que quizá llegue tarde. Y es que lo anunciado por Fernández Díaz
en Luxemburgo -otra vez un cambio en la política del PP se hace fuera de nuestras
fronteras- no es exactamente una novedad, salvo en lo relativo a la petición de
perdón, sino más bien un intento de desviar el debate de lo que realmente
preocupa de fronteras para adentro que es la situación económica.
Porque en ese aspecto sí que ha habido tontos útiles.
Exactamente todos aquellos que dieron su voto al PP creyendo que, con sólo
darle el gobierno a Rajoy, el panorama económico se iba a volver como un
calcetín, todos quienes creyeron que, con los populares al frente del país iban
a bajar el paro y el déficit sin tocar los impuestos, la sanidad, la enseñanza,
las pensiones o el sueldo de los funcionarios.
Ya hemos visto de lo que han sido capaces en sólo cuatro
meses. No sólo ha crecido el número de parados, sino que éste se ceba especialmente
en los jóvenes, y eso después de una reforma laboral que, a la espera de lo que
diga el Tribunal Constitucional, ha devuelto los derechos de los trabajadores a
los tiempos del franquismo, si no mucho más atrás. Y es que los principales
agentes de la destrucción de empleo han sido, con sus impagos, la paralización
de inversiones y el despido de trabajadores interinos, las propias
administraciones.
También han sido tontos útiles los que creyeron a Rajoy
cuando aseguraba en campaña que no subiría los impuestos, algo que repetidas
veces, antes y después de llegar a la Moncloa y que en más de una ocasión
calificó de barbaridad y ocurrencia. Qué dirán el año que viene, cuando, si no
lo hace antes, Rajoy les suba el IVA. Y qué decir de los pensionistas que han
visto como, primero vía IRPF y ahora con el medicamentazo, a la espera de la
subida del IVA, ven caer día tras día el poder adquisitivo de su paga.
También los miles de jóvenes que, no sólo ven que sus
empleos no llegan, sino que ven cómo están siendo expulsados de la Sanidad
Pública y de la Universidad, mientras los que, tan afortunados como frustrados,
se ven empujados a la emigración como lo fueron los españoles de dos
generaciones atrás. A cambio, el Gobierno que se ve incapaz de engañarles por
más tiempo, opta por la ley y el orden, pretendiendo para la calle el silencio
del pánico a la Policía y echando d menos para las redes sociales el descaro de
la censura de China y el resto de dictaduras, árabes o no.
Por lo visto, los únicos beneficiados han sido le iglesia,
con sus obispos, orondos y despegados del país real, los ricos de toda la vida,
que seguirán viendo intacto su patrimonio, y los de ahora mismo que, con
negocios oscuros, cuando no directamente de la corrupción y otras formas de delincuencia,
han obtenido el premio gordo de la amnistía fiscal.
Demasiados tontos útiles, para que lo sigan siendo por mucho
tiempo. Es tal el memorial de agravios y mentiras que, si figurasen en un
contrato, con una firma al pie, o si, como los folletos publicitarios,
obligasen, salvo error de impresión, Rajoy y todos sus cariacontecidos
ministros tendrían un serio problema legal que podría dar con sus huesos en la
cárcel, porque, hay que decirlo ya, han estafado a todos aquellos tontos útiles
que les dieron su voto para abrir el camino de salida a la crisis.
Hasta el Financial Times y alguna agencia de calificación son capaces de ver lo que no ve o no quiere ver el Gobierno: que, así, vamos camino de graves problemas de inestabilidad social. Y, si no, al tiempo.
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