Escribió Nicolás Maquiavelo hace más de cinco siglos en su
"príncipe" que la virtud fundamental de quienes reinan y gobiernan
debe ser la prudencia. Por eso, no estaría de más que entre las lecturas que
alivien la larga convalecencia del nuestro figurase un ejemplar de la obra del
florentino, porque el rey Juan Carlos, sobrado como como está de munición y
oras cosas, parece que anda escaso de tan necesaria virtud para quien ostenta
la jefatura de un estado con más de cinco millones y medio de parados.
Resulta horrible y nada estético ver al monarca posando
delante del cadáver del animal que minutos antes sumaba seis toneladas, o más,
de vida. Resulta grotesco ver como alguien -¿o ha sido la propia agonía del
gigante?- ha colocado su cabeza, para tomar la foto, aplastada contra un árbol,
con la trompa doblada sobre sí misma, entre los colmillos, en una mueca
horrible que difícilmente voy a poder olvidar.
Pero tanto o más horrible resulta saber que el real capricho
de matar un elefante cuesta entre treinta y cuarenta mil euros, una cantidad a
la que habría que sumarle los gastos de desplazamiento, con la que se podrían
pagar los 426 euros de ayuda durante un año a al menos diez parados de larga
duración. Cómo se puede ser tan burdo. Cómo pueden sonar ahora sus compungidas
palabras de Nochebuena pidiendo ejemplaridad. Cómo suena su improvisación ante
los jóvenes becarios en Barcelona.
Eso, por no hablar de lo imprudente de estar en medio de
África, en un país sin garantías de seguridad ni sanitarias suficientes para
cualquier mortal, pero más para quien, últimamente, no goza precisamente de
buena salud y además ha de estar localizado para firmar leyes y decretos
urgentes, más en los tiempos que corren, sin que el Gobierno, no hablemos ya de
la opinión pública, haya sido informado de la exótica excursión.
Habrá quien todavía pretenda que se nos respete y no se nos
compare con Grecia, pero me temo que va a resultar una misión imposible, con un
jefe de gobierno que huye de la prensa, pálido y asustado, después de anunciar
que se va a "cepillar" una parte importante del tesoro nacional que
son la Sanidad y la Enseñanza públicas y con un jefe de Estado que va a
partirse la cadera al culo del mundo y a escondidas, mientras su país y quienes
viven en él las pasan cautas.
Siempre había sentido por el rey cariño y respeto, porque
soy de los que piensan que en momentos cruciales resultó clave para España.
Pero se los estoy perdiendo, porque todo lo que está ocurriendo en los últimos
tiempos en torno a su imagen y la de la institución que encarna me lo pone muy
difícil.
Si el rey o quienes le aconsejasen en aquellos momentos
clave resultaron muy oportunos para este país, hace tiempo que el rey, al menos
éste, tiene ya poco que darnos, porque, como le escuché hace tiempo a Antonio
Gutiérrez, hablando de Marcelino Camacho, "no se puede pretender tener
razón por haberla tenido". Al rey, a la casa real, sólo les queda una
salida: pedir disculpas a todos los ciudadanos por haber tenido una conducta
que, como la de Urdangarín, ha resultado tan inapropiada.
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1 comentario:
Y aún nos queda por saber quien ha pagado la vuelta a casa (incluida la corte de médicos) después de semejante sarao.
Como bien dice la inigualable Maruja Torres: ¡Qué vergüenza!.
Un saludo
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