domingo, 29 de abril de 2012

LA DERRAMA DE MONTORO


Quien vive en una comunidad de vecinos seguro que alguna vez ha tenido que enfrentarse a la quiebra de la caja común o, cuando menos, a la necesidad de inyectar dinero para hacer frente a los pagos habituales y, muchas veces, a necesarias reformas. Pues bien, ese microcosmos que, al fin y al cabo, es una comunidad de vecinos sirve para explicar de alguna manera el universo económico de un país.
En todo país, especialmente en España, hay "vecinos" al corriente de pago y otros, los morosos, que no lo están. Pero también hay, especialmente en los edificios grandes y antiguos, vecinos de muchas categorías. Los hay que viven en lo que se ha llamado siempre "el principal", el más cómodo cuando no había tanto tráfico y tampoco ascensores. Están luego quienes viven en las plantas, digamos, más normales, y quienes viven en buhardillas y apartamentos resultantes de la división especulativa de viviendas más grandes. Pero también hay quienes, a nivel de calle o en cualquiera de los pisos, tienen negocios y despachos abiertos al público.
No sería justo, y no lo es, que todos esos vecinos pagasen una mensualidad para los gastos de la comunidad igual o parecida, porque no todos disfrutan de los mismos metros cuadrados ni todos sacan beneficio de su propiedad. Por eso, se suele equilibrar ese recibo a pagar, adecuándolo a esas circunstancias. Pero no siempre es así y eso es lo que está pasando en nuestro país.
Hay quien pretende que las buhardillas que, en ese edificio imaginario que podría ser España, ocupan jubilados, pensionistas, parados y enfermos se queden sin el ascensor del Estado de Bienestar que les permite bajar a la calle de la vida y subir hasta el penoso fin de mes. Pero, claro, a los del principal, a los del bufete de abogados, los comercios de lujo que dan a la calle y al dentista del Primero B no les apetece nada pagar ese ascensor que no necesitan. Los vecinos más "pudientes" son partidarios de no gastar un céntimo gastar en cosas que ellos consideran innecesarias. Eso, si no amenazan con cerrar el piso y marcharse, dejando a la intemperie al resto de vecinos.
Sin embargo llega un momento en el que, hasta para hacer frente a lo imprescindible, es necesario meter más euritos en la caja de la comunidad. Es entonces cuando aparece la temida derrama. Ese gasto extra con el que hacer frente a las deudas y los costurones que hay que hacerle al edificio. En el caso de nuestro ejemplo, España, la derrama va a ser el incremento del IVA, pero al encargado de anunciarla, que había jurado una y otra vez que nunca haría una, le dio miedo la palabra y decidió inventarse una: la "componderación" que, por mi parte, colocará junto a su "Alamín".
De lo que no habla, ni en verso ni en prosa, es de meterle mano al patrimonio de los del principal, ni de cobrarles el recibo a los sumergidos del sótano, ni, mucho menos, de hacer que paguen más quienes se están llevado una pasta por los boyantes despachos y negocios que tienen en el edificio.


Puedes leer más entradas de "A media luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/

No hay comentarios: