Nadie puede ser más ridículo que aquel que pretende dar
lecciones a los demás y, mientras lo hace, evidencia lo poco que sabe. Le acaba
de pasar a nuestro -perdón, quise decir "su", porque un tipo así
nunca puede ser nuestro- ministro de Hacienda que en un lance del debate de
Presupuestos, intentó citar a Winston Churchill, paradigma de los conservadores
que han sido y serán, tal y como acostumbraba a hacer Fraga, y lo hizo, como
también acostumbran los políticos, "tirando" de librito de frases célebres
o de discurso escrito por algún colaborador, algo de lo que sabe mucho, así
como de las tarifas que se pagan por ellos, Jaume Matas que, pobrecito, acaba
de salvarse del desahucio de su palacete de Palma. Leía el ministro sus notas
y, a la hora de hacer la cita, nos dijo que Churchill la pronunció tras la batalla
de El Alamín. Sí, dijo El Alamín, en lugar de decir EL Alamein, nombre de sobra
conocido por quien ha leído dos libros, visto tres películas y seguido cuatro
documentales sobre la Segunda Guerra Mundial o sobre la geografía de Egipto.
Es entonces cuando me planteo que, si los conocimientos de
Historia de Cristóbal Montoro están así de hilvanados, por qué no puede ocurrir
otro tanto con lo que sabe de Economía o, lo que es peor, sobre la situación
real de la economía y la sociedad española. Si nos atenemos a lo que está
asando desde que él y sus compañeros llegaron al Gobierno, parece que no sabe
mucho ni de una ni de otra materia.
Lo mismo está ocurriendo en el resto de Europa, donde
gobiernos neoliberales y serviles gobiernan desde la ideología con criterios
estrictamente contables, sin empatizar con la sociedad que está sufriendo como
no lo hacía desde la Segunda Guerra a la que quiso referirse ayer Montoro. Son
como esas acémilas enganchadas a una noria, condenadas a seguir una y otra vez
el círculo, vicioso, que les impone el amo.
Resulta paradójico, y evidencia la falta de sentido común de
estos dirigentes, que, ahora que ya nos tienen a sus pies y sin un euro que
gastar, caigan en la cuenta de que ya no podemos comprar sus coches, sus
frigoríficos y sus lavadoras y que eso enfría su economía.
Es el signo de los tiempos. La economía especulativa llevada
a los extremos en que la está llevando una mujer, educada en la Alemania
Oriental, paraíso de los planes quinquenales, y reconvertida al capitalismo más
duro, no puede tener otros resultados que los que estamos viendo.
El trabajo ha dejado de ser un bien en sí mismo. Las
fábricas ya no valen lo que producen, sino lo que se puede sacar por ellas en
una operación de venta o absorción meramente especulativa. Los derechos
adquiridos en la construcción del Estado del Bienestar, argullo nuestro y
envidia de otros países han pasado, de la noche a la mañana, a ser presuntamente
insostenibles y, por tanto, dignos de ser desguazados, aunque la experiencia
demuestre que la otra sanidad, la privada, es mucho más cara, en especial
socialmente.
Reino Unido ha entrado en recesión, A Alemania comienzan a
pesarle los pies, Francia parece harta del dúo Merkozy, Holanda se ha quedado
sin gobierno. Y Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y nosotros mismos estamos
como estamos.
¿No será que Montoro y el resto de ministros del ramo en
Europa saben tanto de Economía como de El "Alamín"?
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