El asunto sobre el que hoy escribo lleva semanas rondándome
la cabeza y de antemano os advierto que nada tengo contra el pueblo alemán, ni
siquiera contra su gobierno que, como los de otros países europeos, es un mero
instrumento de un nuevo partido hegemonista que, pese a no manifestarse como
tal, se ha infiltrado en más de un gobierno y ha conseguido empaparlos de su ideológica
simplista e insolidaria, orientando sus decisiones hacia el desmantelamiento
del estado de bienestar en el sur y redirigiendo los beneficios de esta
"liquidación por reforma" hacia los especuladores de siempre que hoy
protegen su anonimato bajo la camisa parda de lo que llaman
"mercados".
Monti, Guindos, el gobierno griego, el presidente del Banco
Central Europeo y los responsables de Economía de diversos gobiernos europeos
han tenido o tienen mucho que ver -cuando se entra en una secta nunca se sale
del todo- con la fría e inhumana banca de inversión y mucho me temo que se
estén comportando como lo haría una raposa al frente de un gallinero,
racionando el grano a disposición de las gallinas y zampándose una o dos de vez
en cuando.
No sé en qué momento se pudo haber parado lo que nos está pasando.
Supongo que el momento clave fue aquel en el que se tomó la decisión, en España
y en el resto de países, de reformar la constitución, renunciando al derecho a
administrar el déficit. Zapatero estaba al frente del Gobierno y, en contra de
la opinión de una parte significativa de su partido, tomó la decisión, con la
cobertura del PP que faltó para otras cosas. De modo que, en este asunto,
difícilmente puede el PP hablar de "herencia socialista".
Desde que todos estos tipos de la camisa parda y los correajes
de los mercados están "situados· en los órganos de decisión de Europa, se
ha producido la invasión (intervención) de Gracia, Portugal e Irlanda y se ha
instalado en Italia un gobierno títere -o tecnócrata, como prefiráis- que
obedece como un autómata las consignas del "partido". En España, no
han hecho falta invasiones ni "golpes de Estado", porque el Gobierno,
elegido por una mayoría de votantes que creyó en sus mentiras, ha abierto las
fronteras a las "panzerdivisionen" de Goldman Sachs y compañía.
Estamos encerrados en guetos en los que se busca nuestro
exterminio, o nuestra docilidad para ser esclavos de las multinacionales, aún
no lo sé, abandonándonos a nuestra suerte, sin comida, agua, escuelas o
medicinas
Poco importan el paro, el hambre o la salud de los
ciudadanos. En opinión de este nuevo partido nazi, sin eslóganes sin insignias,
son demasiados y llevan demasiado tiempo viviendo por encima de sus
posibilidades, tienen la culpa de lo que está pasando, se han creído eso de la
democracia y la igualdad y, ellos, se han encargado de recordarnos que tal cosa
es imposible: el pan es para los chorizos.
El IV Reich cabalga triunfante y arrasará Europa como la
arrasó la pesadilla soñada por Hitler. Nos queda el consuelo de que, entre las ruinas,
surja un nuevo Núremberg para juzgar a los responsables.
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