Uno escucha las noticias en la radio y poco a poco se
contagia de la angustia que parecen querer inocularnos los tertulianos,
expertos y no tanto. Hoy, por ejemplo, toca padecer porque "hay síntomas
preocupantes" de que Europa vaya a dividirse en dos", que lleguemos a
eso que ya hemos bautizado como la "Europa de dos velocidades". La
idea nos preocupa, nos angustia y, sobre todo, nos distrae.
Me explico. Mientras agitan delante de nuestras narices el
fantasma de esas europas de primera y de segunda, como los viejos trenes y el
metro de París, nos distraen de lo que más nos debería preocupar. A saber, que
ya vivimos en una sociedad de dos velocidades y que el mundo camina hacia ello
por sistema.
Nos asombra el despegue económico de países como China o
India y no nos damos cuenta de que la miseria sigue durmiendo y muriendo en las
calles de Delhi o Bombay ni de que la libertad aún no ha llegado al gigante de
comunismo peculiar. Esos países crecen, es indudable, pero no así el bienestar
de sus ciudadanos.
Lo malo es que el capitalismo especulativo, que no es sino
otra forma de totalitarismo, quizá la más peligrosa, está dispuesto, no a
llevar la democracia y el bienestar a la India, China y el resto de países
emergentes, sino a exportar ese modelo dual de miseria y opulencia al que hasta
no hace mucho era el primer mundo.
Los mercados, la gran coartada de la riqueza insolidaria,
han decidido que el modelo existente hasta ahora debe desaparecer y que los
países que quieran sobrevivir deben hacerlo siguiendo el ejemplo de esos
animales que, atrapados en un cepo, llegaban a amputarse con los dientes el
miembro preso, para poder huir.
Por desgracia, es eso lo que estamos viendo cada día aquí
mismo, en nuestros barrios, en nuestros parques, ante las oficinas de empleo,
en los institutos y colegios y en los centros de salud. Lo que estamos viendo,
si nos tomamos la molestia de mirar con atención, La sociedad, nuestra sociedad
se está amputando el miembro atrapado, arrojándolo al paro, la indigencia, la
incultura o la enfermedad, para seguir bailando en la fiesta del capital. Y,
ante eso, lo mejor que podemos hacer, en lugar de proceder a tan dolorosa e
injusta amputación, es unir nuestras fuerzas para abrir el cepo y dibujar un grácil
corte de mangas ante el cepo de los mercados.
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