lunes, 12 de diciembre de 2011

EL REY YA NO SE RÍE


Hace ya un tiempo que el rey no se ríe. No me extraña, porque, la verdad, razones le van quedando pocas. La buena salud de que hasta ahora ha disfrutado la monarquía en España parece agotarse al tiempo que se deteriora la del propio rey. Y es que el escándalo desatado a propósito de los "negocios" emprendidos, presuntamente, por su yerno Iñaki Urdangarin ha puesto en tela de juicio la prestigiosa trayectoria del monarca desde que asumiera la jefatura del Estado hace treinta y seis años.
Mucho se ha escrito sobre la necesidad de que D. Juan Carlos dejase paso a su hijo Felipe en el trono y. la verdad, ese debate, abierto artificialmente, no había llegado a prender en la opinión pública, gracias al prestigio y la popularidad del rey que, ahora, corre peligro.
No hay nada peor que hacer las cosas tarde y forzado por las circunstancias. Hoy mismo hemos sabido por EL PAÍS que la Casa Real emprenderá medidas para hacer transparentes sus cuentas. La medida llega tarde, porque nadie va a poder olvidar que esa "glasnost" en Zarzuela, al igual que el "ere" que podría acortar la plantilla la Familia Real, llegan tarde y su efecto balsámico para la imagen de la institución está de sobra amortizado.
Sin embargo, no hay que dejar de hacerlo. Tampoco tendría sentido que el rey abdicase en su hijo en medio de la tormenta. Su obligación es ajustar, limpiar y pulir la corona para garantizarle unos años más de supervivencia. Si el rey tuviese ahora la tentación de abdicar, se equivocaría gravemente, porque dejaría a su hijo sentado sobre una bomba de relojería o, al menos, sobre un saco de estiércol en un momento en el que el país se debate en la mayor de las crisis económicas recientes.
La obligación del rey es sanear la corona, pedir perdón si es menester y bendecir lo que la justicia decida para su yerno. Sólo así conseguirá taponar la hemorragia de prestigio que se le viene encima, que podría acumular todo el acumulado desde la transición.
Me contaron que, cuando apenas era un adolescente, en una comida con un grupo de periodistas, el príncipe Felipe, respondiendo a una pregunta sobre el futuro de la monarquía, dijo sonriendo que lo único que pedía es que, si los españoles decidían ponerle fin, le avisasen con tiempo. No sé si ese momento ha llegado ya. Lo que sí sé es que él y su padre van a tener que actuar con tanto tacto como firmeza, porque han saltado todas las alarmas, No hay más que ver lo poco que sonríe el rey.


 
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