martes, 27 de diciembre de 2011

YA TENEMOS ALCALDESA



Cuánto me hubiese gustado que la primera alcaldesa de Madrid lo fuese por haber sido elegida al frente de una lista, fuese la que fuese, en vez de ser un recambio impuesto a los madrileños tras la "huída" hacia el Gobierno de quien realmente fue el vencedor de las elecciones, pese a haber hipotecado por muchos años el futuro de los madrileños.
Quien, hace ya unos años, impuso a Ana Botella en la lista de Gallardón sabía lo que hacía, porque contaba con que la ambición del hoy ministro de Justicia no conoce límites y le faltaría tiempo para cambiar el hoy carísimo sillón de alcalde por otro con más posibilidades. Hoy las previsiones se han cumplido y, con Gallardón sentado en su despacho de la calle de San Bernardo, lo de ver a la señora con la vara de alcalde era sólo un trámite que hoy se hace realidad.
Nadie puede defender que la esposa de Aznar haya hecho méritos para estar donde está, porque su primera gestión al frente de los Asuntos Sociales de la ciudad de Madrid fue de lo más chusco, con decisiones como lo de llevarse la sede de la delegación a la calle más "pija" de Madrid, convirtiéndola en vecina de una infanta, o con actitudes tan lamentables como la de poner a Cenicienta como ejemplo para las mujeres con razonamientos tan peregrinos como el de que "la cenicienta es un ejemplo para nuestra vida por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar, busca consuelo en el recuerdo de su madre". Está claro que la señora Botella no sufriría si las madrileñas anduviesen cargadas de escobas y adornadas con los moratones consecuencia de los cariñosos golpes propinados por sus "príncipes más marrones que azules", siempre que recuerden a su madre y acudan puntuales a la misa de ocho.
En cuanto a su segunda y más reciente gestión, la de la delegación de Medio Ambiente, no hace falta decir nada, basta con mirar su cielo, desde el que haría falta algo más que un agujero para mirar esta ciudad cada vez más sucia, si es que no somos tan prudentes como para pasear por las calles que, pese a que todos somos hijos de dios y pagamos nuestros impuestos, se limpian a diario más que las nuestras en una semana. Y eso que la recortada recogida de basuras la pagamos dos veces, una en el IBI y otra como tasa.
Lo único que tengo claro es que, desde hoy, las comparecencias tras los plenos del Ayuntamiento van a dar mucho juego a los humoristas, porque la alcaldesa que nos ha caído encima y su escasa facilidad de palabra van a dar más perlas que la factoría mallorquina de Majórica. Sin embargo, preferiría un alcalde, o una alcaldesa, serios y eficaces, antes que un personaje de zapping.


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