Lo de anoche en el Bernebéu debería hacer reflexionar a más
de uno. Por primera vez en mucho tiempo, el Real Madrid recibía al Barça con
mejores "números". Quizá por eso, durante toda la semana, los
especialistas en "calentar" los encuentros se han cansado de agrandar
las virtudes del mejor Madrid de Mourinho y de señalar los fallos del proyecto
Guardiola, haciendo hincapié en la mala racha de David Villa y sus dudas frente
a la portería. Sin embargo, estaban errando el tiro.
Y lo erraron a pesar de que en medio minuto ya le habían
hecho un siete al siempre seguro Valdés, sembrando en él y en su defensa dudas
más que razonables.
Por si fuera poco, durante los primeros minutos el Madrid
cumplió las instrucciones del entrenador ahogando las salidas del Barça, hasta
que una genialidad de Messi colocó a Alexis frente a Casillas y el chileno no
falló.
Lo que siguió no debe sorprender a nadie. El Barça cumplió
su papel e hizo, como dijo Guardiola, lo único que sabe hacer y hace como nadie,
añado yo: jugar al fútbol como nadie. Con maestría y paciencia fue tomando el
control del partido, al tiempo que agotaba las reservas físicas de su rival,
hasta que, una vez más, partió al Madrid por la mitad y se comió los dos
pedazos.
Ya va siendo hora de que alguien le diga al Madrid que lo
que le separa del Barça es que los de Guardiola son un bloque, que son en el
campo son generosos, que atacan y defienden, desde el primero hasta el último,
y que no buscan poner muescas en sus botas, sino que el equipo gane.
Tampoco estaría de más que alguien enseñase a los jugadores
y al entrenador a aceptar la derrota como una de las tres posibilidades con que
se salta al campo y que, cuando llega, el principal responsable es quien
pierde.
La actitud que mantuvo ayer Mourinho, salvo en dos o tres momentos
en que pareció empeñado en que recordásemos quién es, fue digna de elogio.
Sereno y correcto, tuvo el detalle de acercarse a saludar a Tito Vilanova,
aunque luego, en la rueda de prensa, rebajo el gesto, pensando, probablemente,
que su papel es el de malo y que los gestos humanos son síntoma de debilidad.
En resumen. Al Madrid le pesan demasiado sus fantasmas -y el
Barça es uno de ellos- y la falsa obligación que parece haberse impuesto de ajustarse
a la imagen que de él hacen quienes sólo quieren vender periódicos.
Mi conclusión es que, de momento, el Real Madrid tiene los
mejores números este año, pero el traspaso de poderes aún no se ha llevado a
cabo. Habrá que ver como evoluciona en las próximas semanas el ego cultivado y
herido de los jugadores. De cómo superen está derrota que ha roto una racha
increíble del Madrid, dependerá quién se haga finalmente con el campeonato de
Liga.
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