Da un poco de pereza tener que volver, como cada septiembre,
a enzarzarse en la polémica del Toro de la Vega. Da un poco de pereza y mucha
rabia, porque, de un pueblo que es capaz de hacer sufrir así a un animal puede
esperarse todo y es muy triste e indignante que en estos tiempos, en que se nos
llena la boca de todo lo que creemos saber, en que llevamos el mundo su arte,
sus libros y su cultura en el bolsillo, no seamos capaces de acabar con esa
salvajada y, lo que es peor, que nadie tenga el coraje de enfrentarse allí, en
Tordesillas, a los salvajes.
Me da mucha pena, y mucho miedo, ver que hay gentes que,
bajo la protección de un ayuntamiento que debería ser de todos los vecinos, y
no creo que todos estén de acuerdo en hacerlo, se torture de esa manera a un
animal. Me da pena que se gaste el dinero de todos en pagar la muerte cruel de
un animal que ha nacido y vivido libre y supongo que feliz en un campo parecido
al que hoy va a ser escenario de su martirio. Y me da miedo, porque, viendo las
imágenes repetidas cada año, pierdo la fe en el ser humano y vuelvo a creer que
las masas, ciegas y enardecidas, sin capaces de las mayores atrocidades que
podamos imaginar.
Un toro alanceado, una cabra arrojada desde un campanario,
unos gansos descoyuntados, unos galgos ahorcados, agonizando solos en el
campo en el que cazaban para su verdugo, gatos apedreados hasta la muerte,
pájaros de los que se prefiere el crujir de sus huesos, bien fritos y en la
boca, al canto u la alegría de verlos en libertad. Hoy la víctima en
Tordesillas es un toro, pero quién nos asegura que mañana no puede serlo una
mascota o, por qué no, un ser humano. Lo vimos aquí, muy cerca de mi casa, no
hace tanto cuando una fría mañana de domingo una masa de salvajes violentos, a
caballo de un fanatismo presuntamente por los colores de un equipo de fútbol,
pero, en realidad, por el gusto por la violencia, acosaron, apalearon y
acuchillaron con navajas y cubiertos a dos "rivales· hasta arrojarlos al
río, donde uno de ellos murió.
Mi grito no es hoy a favor de los animales, que también, mi
grito es contra la violencia, por más que esa violencia de disfrace de
tradición o de cultura. Mi grito es contra esa masa ciega que ni siquiera es
capaz de respetar sus normas, porque, según la tradición, sólo un lancero debe
enfrentarse cara a cara con el toro y nunca es así. Mi grito de hoy es contra
esa violencia enseñada y entrenada que hoy es contra un toro o cualquier otro
animal y mañana puede volverse patadas contra un refugiado que trata de entrar
con sus hijos en Hungría, porque qué es lo que hará Rompesuelas, sino, como los refugiados sirios, huir hacia donde cree que están la libertad y una vida mejor. Mi grito es contra la violencia que siempre lo es,
por más que se disfrace de rito o cultura.
Mi grito de hoy lleva el nombre de Rompesuelas, el toro que,
en unos minutos, creyendo que corre hacia la libertad, se encamina hacia una
muerte cruel y salvaje para que, al final, un muchachote de a pie o de a
caballo ensarte sus testículos, los del toro, por desgracia, en su lanza. Hoy
es Rompesuelas y sólo deseo que, dentro de un año, lo que escriba en un
día como el de hoy no lleve el nombre de un animal tan hermoso como
Rompesuelas, porque ya nadie disfrutará con su martirio y muerte.
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2 comentarios:
Esperemos...
Saludos
Hoy tenía la seguridad de que escribirías sobre esta barbarie.
Es sumamente preocupante que haya tal cantidad de gente con una mente tan enferma como para disfrutar con la tortura,el sufrimiento, y el martirio al que se somete a estos pobres animales.
Tendrían que leer, entre otras muchas cosas, a Jesús Mosterín.
Gracias por tu testimonio.
Un abrazo grande, Javier.
Ana María.
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