miércoles, 16 de septiembre de 2015

CATALUÑA EN EL CORAZÓN



Lo siento, pero no me queda más remedio que referirme al mensaje que ayer, en presencia del rey de España, dio ayer en la Casa Blanca el jefe de Estado del que siempre hemos considerado como el país más poderoso de la Tierra. Un mensaje en el que, sin nombrarla, porque la diplomacia consiste en eso, expresó su deseo de que Cataluña permaneciese unida a España.
Nunca, desde que, en 1992, se celebraron los Juegos Olímpicos de Barcelona o desde que, durante la guerra civil española y junto a Madrid, se convirtió en el símbolo de la lucha contra el fascismo y escenario de las primeras purgas estalinistas, como bien reflejó George Orwell en su "Homenaje a Cataluña".
Lo de ayer, digan lo que digan Mas y su lista, ha sido un duro castigo para las aspiraciones de Junts p'el si, porque, si lo dicho anoche por el presidente Obama se suma a lo que ya expresaron Cameron y Merkel, echa por tierra el costoso esfuerzo que, desde hace ya años viene practicando la Generalitat para reforzar la imagen de Cataluña, presuntamente mal representada por España en el mundo, lo mismo que el enorme despliegue llevado a cabo para promocionar la imagen de Artur Mas y su proceso en las televisiones y en las portadas de medio mundo.
No cabe duda de que las palabras de Obama en apoyo de la unidad de España serán consideradas como una injerencia de la Casa Blanca en los asuntos internos ¿internos? de España, pero lo cierto es que ha sido Mas quien ha sacado el debate fuera de nuestras fronteras, tratando de pintar una futura e hipotética Cataluña independiente acogida con entusiasmo en la comunidad internacional, algo que, de momento y sea o no consecuencia del trabajo de embajadores y lobbies, no parece que esté en el horizonte.
Lo cierto es que hábil el castillo de naipes planteado por Mas comienza a tambalearse y el primeo que parece haberse dado cuenta es él. No hay más que ver lo que, aunque tímidamente, ya anda diciendo en público y en privado, porque de ser cierto lo que ya circula en medios periodísticos -qué raro y qué antiguo suena esto- el president habría dicho a Miquel Iceta y Tximo Puig, líderes de los socialistas catalanes y valencianos, lo suyo es una especie de órdago, una apuesta total, con el fin de conseguir un statu quo mejor para Cataluña. Algo que, de ser cierto, puede costarle muy caro, porque, aunque lo consiguiera, el coste político para él y los suyos y el sentimental para todos aquellos ciudadanos que han creído tocar ya la independencia con la punta de los dedos va a ser enorme. Tanto que, muy probablemente, el sueño soberanista, el de una Cataluña independiente, quede achicharrado por mucho tiempo.
La curiosa estrategia de Mas, poniendo la venda antes de la herida, anticipándose al daño, haciendo circular, como lo ha hecho, que iba a salir mucha basura sobre él y su lista o, incluso, que el tema catalán iba a aparecer en la visita de los reyes a Washington, no va mal para el martirologio, pero nada de lo que ha aparecido parece falso ni ilógico, porque, antes o después, se aclarará y los indicios parecen demasiado contundentes y los pronunciamientos de Cameron, Merkel u Obama son los que cabe esperar de un socio leal, al que se le han hecho muchos favores.
Si, además, nos paramos un momento a pensar lo difícil que va a ser explicar al mundo que quienes pongan en marcha el proceso de independencia, que no va  ser cosa de un día y ni siquiera de unos meses, nos daremos cuenta de que va a ser difícilmente aceptado por la comunidad internacional, al menos por la que tiene peso en el mundo.
Quizá por eso Mas está ya recogiendo veas y suavizando la luz hiriente de su fotografía del día después, quizá se esté arrepintiendo del paso dado en el que, creyendo que utilizaba a sus socios de lista, como estos creían utilizarle a él, ha consumido más pólvora de la que tiene. Lo malo es que, con esta apuesta, quizá esté haciéndole la campaña electoral a Rajoy que contabilizará como una victoria personal cualquier fracaso de Mas.
Yo, pase lo que pase en Cataluña, decidan lo que decidan los catalanes, seguiré, como Orwell, llevando a unos y a la otra en el corazón.


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