lunes, 21 de septiembre de 2015

YO, COMO FERNANDO TRUEBA



Yo, como Fernando Trueba, no creo en los dioses ni en las patrias. Quizá en Billy Wilder, que tan bien supo reírse de sus "compatriotas" alemanes y estadounidenses o en Albert Camus que siempre antepuso al hombre y sus valores a cualquier ente abstracto que alguien siempre tratará de poner por encima.
Desde que, el sábado, Fernando Trueba se atrevió a decir, en su discurso de aceptación del Premio Nacional de Cinematografía que "nunca en su vida" no se había sentido español, "ni cinco minutos", todas las fieras que habitan en los valles y montañas de las patrias, que son muchas, se lanzaron sobre él para devorarle. Probablemente, porque no tienen la lucidez ni, sobre todo, el sentido del humor del director sobre todo por la cita a Rafael Azcona, para quien los premios deberían ser secretos y con dotación económica.
No se plantean quienes le critican por aceptar los treinta mil euros del premio que Trueba, con sus películas, ha ingresado mucho más que esos miles de euros en las arcas del Estado y que, con su cine, ha dado trabajo a muchos españoles, así como prestigio al cine de este país. Toda una paradoja, ya que más de uno de entre los que hoy le comerían las entrañas sintió como un poco suyo el óscar a su "Belle Époque", aquel canto a la libertad que contaba entre sus protagonistas con ese otro gran descreído que fue Fernando Fernán Gómez.
Y precisamente el sábado, probablemente a la misma hora en que Trueba desataba los infiernos, veía una vez más "La silla de Fernando" esa larga entrevista en la que Fernán Gómez conversa con David, Trueba y Luis Alegre, a unos meses de su muerte, mucho sobre lo humano y apenas sobre lo divino y nunca para bien.
Recuerdo ahora que, en un momento de esta pausada y sincera conversación, hablando de patriotismo cita a Miguel Gila de quien recuerda que le dijo un día que "el patriotismo es una cosa que se han inventado los poderosos para mantener su riqueza y, al mismo tiempo, convencer a los pobres para que defiendan los privilegios de los poderosos". Y yo, como Fernando, no puedo estar más de acuerdo con Gila
U es que el patriotismo es la añagaza con que quienes quieren ser más ricos o más poderosos, quienes quieren sumar territorios o usurpar riquezas  engatusan a quienes tienen por debajo para llevarlos a las trincheras o a cualquier otra forma de matadero moderno. Por patriotismo quedaron enterrados  en el barro de Bélgica y Francia millones de jóvenes europeos  y por patriotismo treinta años después fueron asesinados otros tantos millones de europeos.
Yo, como José Emilio Pacheco y  siempre lo digo, no creo en las patrias ni me dejo conmover por ellas, aunque daría la vida por alguna gente o algún paisaje. Yo, como Fernando Trueba, no recuerdo haberme sentido español ni cinco minutos. No me sentí español cuando en Araca, junto a Vitoria, esa fría mañana del 20 de noviembre de 1985 tuve que hincar la rodilla ante los símbolos religiosos o inclinar la cabeza y besar la bandera, después de una arenga no demasiado tranquilizadora, a diez años de la muerte de un dictador que fue recordado y a poco más de cuatro de un intento de golpe de España.
Yo, como creo que Fernando, prefiero sentirme vecino de mis vecinos, amigo de mis amigos o hermano de mis hermanos y enorgullecerme de la gente sencilla que, a mi lado, lucha día a día por llegar a fin de mes y, pese a eso, es capaz de ayudar a quien tiene cerca y lo necesita. Yo, como creo que Fernando, creo en el Estado, un estado que los ciudadanos podemos llegar a conformar. Yo, como creo que Fernando, no creo en las patrias, porque las patrias, o quienes hablan en su nombre, han hecho ya demasiado daño.


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Excelente artículo...


Saludos