jueves, 3 de septiembre de 2015

ESTOY HECHO UN LÍO



Hoy, siento tener que decirlo, estoy hecho un lío. Y lo estoy, porque, a sabiendas de que los españoles y especialmente los catalanes nos jugamos mucho en apenas tres semanas o de que los europeos nos morimos de vergüenza e indignación ante la indiferencia de nuestros gobernantes para con los refugiados que naufragan frente a nuestras costas y en nuestras alambradas, hoy me apetece hablar de una historia pequeña que nos habla de la gran hipocresía de la iglesia católica, la misma iglesia que condena a las mujeres que deciden elegir libremente ser o no ser madres y que, hace ya más de ochenta años, como puede verse en la foto compartida por mi amiga Olga, fusiló vestida de sotana en la plaza de toros de Badajoz a aquellos que eligieron, como deberían haber hecho ellos, estar con los humildes y no con los señoritos.
La pequeña historia de que os hablo es la historia de Alejandro Salinas, Alex, un católico practicante que decidió poner remedio a la desgracia de haber nacido hombre en el cuerpo de una mujer y al que, por ello, la misma iglesia en que ha crecido castiga negándole el derecho de llevar a la pila bautismal a su sobrino. El caso, del que difícilmente no estaréis al corriente, se ha convertido, gracias a la miserable actuación del obispado de Cádiz-Ceuta, que, en un tira y afloja digno de la más refinada de las torturas, niega, accede y vuelve a negar que Alex lleve en brazos a la pila a su sobrino porque, como reza dice en sus comunicados, "no posee el requisito de llevar una vida conforme a la fe y al cargo de padrino.
Me río yo de ese requisito, porque, de ser exigido a los miles de católicos  que, en este bendito país, son reclamados al cabo del año para apadrinar a una criatura, serían muy pocos los que llegasen a la pila con ella en brazos, lo que conllevaría poner en peligro, no sólo las arcas de la iglesia que cobra por bautizar y por aumentar su censo con los bautizados, sino también las industrias de la moda, que la hay, para bautizos, la de la ropita infantil y la del juguete, con la pérdida de los sucesivos regalos que, por reyes y el cumpleaños habrás de hacer el padrino a sus ahijados.
Esta hipocresía, que me repugna particularmente, es sólo un aspecto de la cuestión. El otro, mucho más grave es el de esa iglesia intransigente que no asume ni permite en su seno que se corrijan lo que no son sino errores de la naturaleza y condena a quien, como Alex, ha nacido dentro de un cuerpo que no es el suyo, un cuerpo equivocado, a vivir el resto de su vida infeliz y atormentado. No sé si sois capaces de imaginar que la iglesia no admitiese como padrino a un tullido que, mediante la cirugía y el tratamiento adecuado hubiese recuperado la movilidad y, con ella, su dignidad. Resulta difícil en verdad asumirlo. Pues eso es lo que el obispo Zornoza Boy está haciendo con Alejandro, toda una canallada.
Afortunadamente, Alex y su familia son tan fuertes como son firmes sus convicciones y han sido capaces de resistir la dulce tentación de agachar la cabeza y "tirar del banquillo" para sustituirle, al menos en los registros parroquiales, como padrino. Y no sólo son fuertes, tampoco les duelen prendas a la hora de airear lo que un párroco, primer, y el obispo, después, ha querido hacer con ellos. Gracias a esa actitud, supimos del caso y se abrió el debate y gracias a ese debate conocimos a Alejandro y pudimos comprobar que sería mejor cristiano y mejor padrino que muchos de los que llenan cada día las iglesias de este país,
También, gracias al conocimiento del caso, hemos visto lo hipócrita que puede llegar a ser la iglesia que, tras verse sorprendida por el alcance de la polémica y tras anunciar la familia que renunciaba al bautizo, accedió al padrinazgo del joven gaditano. Todo un final feliz, hasta que, en las últimas horas, el obispado ha vuelto a dar marcha atrás, siguiendo, dice, las directrices de Roma, algo difícil de creer si consideramos que Roma es Francisco.
Lo cierto es que Alex y su familia no están dispuestos a que el párroco, el obispo y Roma les retuerzan el brazo y acaban de anunciar que el niño no será bautizado t que Alex hará apostasía, conservando su fe, pero fuera de una iglesia que no le quiere ni le respeta.
¿Es o no para estar hecho un lío? ¿Es o no  para escandalizarse que, con todo lo que está pasando y lo que  ha pasado, la iglesia que proclama la caridad y el amor se pierda en guerras que para ella debieran ser pequeñas y para esta familia de San Fernando son vitales como lo es su dignidad? Y, llegado, a este punto me pregunto ¿Cuántas cabecitas inocentes habrán regado con "agua bendita" las manos que, hace más de ochenta años, empuñaron en la plaza de toros de Badajoz los fusiles con que acabaron con la vida de otros sacerdotes que habían cometido el pecado de no estar con los obispos del brazo en alto.


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