Hoy, siento tener que decirlo, estoy hecho un lío. Y lo
estoy, porque, a sabiendas de que los españoles y especialmente los catalanes
nos jugamos mucho en apenas tres semanas o de que los europeos nos morimos de
vergüenza e indignación ante la indiferencia de nuestros gobernantes para con
los refugiados que naufragan frente a nuestras costas y en nuestras alambradas,
hoy me apetece hablar de una historia pequeña que nos habla de la gran
hipocresía de la iglesia católica, la misma iglesia que condena a las mujeres
que deciden elegir libremente ser o no ser madres y que, hace ya más de ochenta
años, como puede verse en la foto compartida por mi amiga Olga, fusiló vestida de sotana en la plaza de toros de Badajoz a
aquellos que eligieron, como deberían haber hecho ellos, estar con los humildes y no con los señoritos.
La pequeña historia de que os hablo es la historia de
Alejandro Salinas, Alex, un católico practicante que decidió poner remedio a la
desgracia de haber nacido hombre en el cuerpo de una mujer y al que, por ello,
la misma iglesia en que ha crecido castiga negándole el derecho de llevar a la
pila bautismal a su sobrino. El caso, del que difícilmente no estaréis al
corriente, se ha convertido, gracias a la miserable actuación del obispado de
Cádiz-Ceuta, que, en un tira y afloja digno de la más refinada de las torturas,
niega, accede y vuelve a negar que Alex lleve en brazos a la pila a su sobrino
porque, como reza dice en sus comunicados, "no posee el requisito de
llevar una vida conforme a la fe y al cargo de padrino.
Me río yo de ese requisito, porque, de ser exigido a los
miles de católicos que, en este bendito país, son reclamados al cabo del
año para apadrinar a una criatura, serían muy pocos los que llegasen a la pila
con ella en brazos, lo que conllevaría poner en peligro, no sólo las arcas de
la iglesia que cobra por bautizar y por aumentar su censo con los bautizados,
sino también las industrias de la moda, que la hay, para bautizos, la de la ropita
infantil y la del juguete, con la pérdida de los sucesivos regalos que, por
reyes y el cumpleaños habrás de hacer el padrino a sus ahijados.
Esta hipocresía, que me repugna particularmente, es sólo un
aspecto de la cuestión. El otro, mucho más grave es el de esa iglesia
intransigente que no asume ni permite en su seno que se corrijan lo que no son
sino errores de la naturaleza y condena a quien, como Alex, ha nacido dentro de
un cuerpo que no es el suyo, un cuerpo equivocado, a vivir el resto de su vida
infeliz y atormentado. No sé si sois capaces de imaginar que la iglesia no
admitiese como padrino a un tullido que, mediante la cirugía y el tratamiento
adecuado hubiese recuperado la movilidad y, con ella, su dignidad. Resulta
difícil en verdad asumirlo. Pues eso es lo que el obispo Zornoza Boy está
haciendo con Alejandro, toda una canallada.
Afortunadamente, Alex y su familia son tan fuertes como son
firmes sus convicciones y han sido capaces de resistir la dulce tentación de
agachar la cabeza y "tirar del banquillo" para sustituirle, al menos
en los registros parroquiales, como padrino. Y no sólo son fuertes, tampoco les
duelen prendas a la hora de airear lo que un párroco, primer, y el obispo,
después, ha querido hacer con ellos. Gracias a esa actitud, supimos del caso y
se abrió el debate y gracias a ese debate conocimos a Alejandro y pudimos
comprobar que sería mejor cristiano y mejor padrino que muchos de los que
llenan cada día las iglesias de este país,
También, gracias al conocimiento del caso, hemos visto lo
hipócrita que puede llegar a ser la iglesia que, tras verse sorprendida por el
alcance de la polémica y tras anunciar la familia que renunciaba al bautizo,
accedió al padrinazgo del joven gaditano. Todo un final feliz, hasta que, en
las últimas horas, el obispado ha vuelto a dar marcha atrás, siguiendo, dice,
las directrices de Roma, algo difícil de creer si consideramos que Roma es
Francisco.
Lo cierto es que Alex y su familia no están dispuestos a que
el párroco, el obispo y Roma les retuerzan el brazo y acaban de anunciar que el
niño no será bautizado t que Alex hará apostasía, conservando su fe, pero fuera
de una iglesia que no le quiere ni le respeta.
¿Es o no para estar hecho un lío? ¿Es o no para
escandalizarse que, con todo lo que está pasando y lo que ha pasado, la
iglesia que proclama la caridad y el amor se pierda en guerras que para ella
debieran ser pequeñas y para esta familia de San Fernando son vitales como lo
es su dignidad? Y, llegado, a este punto me pregunto ¿Cuántas cabecitas
inocentes habrán regado con "agua bendita" las manos que, hace más de
ochenta años, empuñaron en la plaza de toros de Badajoz los fusiles con que
acabaron con la vida de otros sacerdotes que habían cometido el pecado de no
estar con los obispos del brazo en alto.
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1 comentario:
Kafkiano....
Saludos
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