Hay decisiones que se toman en un instante, pero atan por
muchos años. Hay decisiones que se toman seducido por un eslogan o por la
imagen vista en una valla publicitaria, un anuncio en la televisión o en un
periódico o, por qué no, siguiendo las opiniones los consejos de aquellos
a quienes tomamos por expertos. Hay decisiones que creemos tomar "con
cabeza" y, sin embargo, las tomamos sin tener todos los datos en la mano y
deslumbrados por la imagen que tenemos de una de las opciones, sin pararnos a
pensar si lo que nos dicen o creemos que nos dicen es la realidad.
Y, como quienes nos quieren vender un coche, un perfume, un
candidato o una independencia, saben de ésta nuestra debilidad, la aprovechan
para decirnos que los coches alemanes nunca se estropean, que son más seguros o
que contaminan menos. Por descontado, saben que antes o después habrá una
avería, las ciudades seguirán teniendo una atmósfera irrespirable y
cruzarse y, mucho menos, hablar con Claudia Schiffer seguirá siendo un sueño
prácticamente inalcanzable para quienes tengan un coche alemán, sea un opel, un
bmw o un volkswagen.
Del mismo modo, que el lunes 28 el sol brille más
intensamente en Cataluña, que encuentren trabajo los parados catalanes, que la
banca internacional se rife las esquinas de Barcelona o Girona para abrir
sucursales, que deje de haber niños mal nutridos u hospitales colapsados en el
territorio de la nueva nación que algunos catalanes esperan para ese día,
será poco más que un sueño frustrado, si es que no se convierte en pesadilla.
Comenzamos la semana con la frustración de enterarnos de que
la fiabilidad alemana, esa honradez que parecía justificar la dureza
extrema, casi cruel, de Angela Merkel para con los griegos por haber maquillado
sus cuentas, una dureza que llevó a muchos ancianos a la miseria, a algunos al
mismo suicidio, que hundió bancos y empresas que, ahora mismo, compran los
mismos especuladores que les asfixian.
El desengaño sufrido con Volkswagen, que podría extenderse a
otras marcas no sólo alemanas, va más allá de un comentario de barra de bar. El
desengaño pone en duda la estrategia de muchos países europeos que persiguen el
sueño de conseguir ciudades limpias limitando o castigando el acceso de los
vehículos más contaminantes a las mismas, porque ahora sabemos que muchos de
esos coches diésel que compramos porque consumen menos y están certificados
como menos contaminantes y, por tanto, sin límite de acceso a las ciudades
limpias, en realidad, contaminan tanto o más que los otros, porque llevan están
dotados de un software cuyo único fin es el de falsear los resultados de las
pruebas de certificación.
Esto no hace sino poner en evidencia que los fabricantes de
automóviles se esfuerzan en abrillantar la carrocería u mantener limpio el tubo
de escape de sus modelos hasta que el comprador los saca del concesionario,
algo parecido a lo que hacen los políticos, que abrillantan sus programas y
mantienen impoluto o, simplemente, no dejan ver el tubo de escape de los años
de futuro gobierno. Lo malo, lo frustrante, será descubrir un día, demasiado
tarde, que con ese voto que creíamos, así nos lo vendían, limpio y lleno de
ventajas, no tenía las ventajas económicas prometidas, no ha resultado tan
limpio como nos decían y, lo que es peor, no nos ha llevado al paraíso.
Unos y otros, fabricantes y políticos, nos engañan y engañan
al sistema hasta pervertirlo cambiando sus fines hasta hacerlo irreconocible.
Nos engañan y, para ello, no se paran a la hora de trucar y adornar sus
"productos".
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1 comentario:
Realmente dramático...
Saludos
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