jueves, 24 de septiembre de 2015

TRUCAJES




Hay decisiones que se toman en un instante, pero atan por muchos años. Hay decisiones que se toman seducido por un eslogan o por la imagen vista en una valla publicitaria, un anuncio en la televisión o en un periódico o, por qué no, siguiendo las opiniones los consejos de  aquellos a quienes tomamos por expertos. Hay decisiones que creemos tomar "con cabeza" y, sin embargo, las tomamos sin tener todos los datos en la mano y deslumbrados por la imagen que tenemos de una de las opciones, sin pararnos a pensar si lo que nos dicen o creemos que nos dicen es la realidad.
Y, como quienes nos quieren vender un coche, un perfume, un candidato o una independencia, saben de ésta nuestra debilidad, la aprovechan para decirnos que los coches alemanes nunca se estropean, que son más seguros o que contaminan menos. Por descontado, saben que antes o después habrá una avería, las ciudades seguirán  teniendo una atmósfera irrespirable y cruzarse y, mucho menos, hablar con Claudia Schiffer seguirá siendo un sueño prácticamente inalcanzable para quienes tengan un coche alemán, sea un opel, un bmw o un volkswagen.
Del mismo modo, que el lunes 28 el sol brille más intensamente en Cataluña, que encuentren trabajo los parados catalanes, que la banca internacional se rife las esquinas de Barcelona o Girona para abrir sucursales, que deje de haber niños mal nutridos u hospitales colapsados en el territorio de la  nueva nación que algunos catalanes esperan para ese día, será poco más que un sueño frustrado, si es que no se convierte en pesadilla.
Comenzamos la semana con la frustración de enterarnos de que  la fiabilidad alemana, esa honradez que parecía justificar la dureza extrema, casi cruel, de Angela Merkel para con los griegos por haber maquillado sus cuentas, una dureza que llevó a muchos ancianos a la miseria, a algunos al mismo suicidio, que hundió bancos y empresas que, ahora mismo, compran los mismos especuladores que les asfixian.
El desengaño sufrido con Volkswagen, que podría extenderse a otras marcas no sólo alemanas, va más allá de un comentario de barra de bar. El desengaño pone en duda la estrategia de muchos países europeos que persiguen el sueño de conseguir ciudades limpias limitando o castigando el acceso de los vehículos más contaminantes a las mismas, porque ahora sabemos que muchos de esos coches diésel que compramos porque consumen menos y están certificados como menos contaminantes y, por tanto, sin límite de acceso a las ciudades limpias, en realidad, contaminan tanto o más que los otros, porque llevan están dotados de un software cuyo único fin es el de falsear los resultados de las pruebas de certificación.
Esto no hace sino poner en evidencia que los fabricantes de automóviles se esfuerzan en abrillantar la carrocería u mantener limpio el tubo de escape de sus modelos hasta que el comprador los saca del concesionario, algo parecido a lo que hacen los políticos, que abrillantan sus programas y mantienen impoluto o, simplemente, no dejan ver el tubo de escape de los años de futuro gobierno. Lo malo, lo frustrante, será descubrir un día, demasiado tarde, que con ese voto que creíamos, así nos lo vendían, limpio y lleno de ventajas, no tenía las ventajas económicas prometidas, no ha resultado tan limpio como nos decían y, lo que es peor, no nos ha llevado al paraíso.

Unos y otros, fabricantes y políticos, nos engañan y engañan al sistema hasta pervertirlo cambiando sus fines hasta hacerlo irreconocible. Nos engañan y, para ello, no se paran a la hora de trucar y adornar sus "productos".

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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Realmente dramático...

Saludos