Asisto estupefacto a la esquizofrenia de los socialistas
respecto a Cataluña, una esquizofrenia que, en momentos tan difíciles como
estos, no hace sino enturbiar su mensaje y restar credibilidad a quienes se
esfuerzan en ofrecer un mensaje atractivo a quienes el próximo domingo
veintisiete tienen una cita en las urnas, quizá la más trascendente de su vida,
una cita en la que, con su voto, decidirá, no sólo el futuro de Cataluña, sino
el de toda España.
Esquizofrenia e incoherencia, todo en uno, porque, no sólo
se dan mensajes contradicciones desde las mismas siglas, como vienen haciendo
Felipe González, reconociendo ahora a Cataluña como nación, mientras su
secretario general, Pedro Sánchez, lo reduce todo a una ambigua y farisaica
singularidad, sino que el propio González es incoherente con todo lo
dicho respecto a ella, concediéndole ahora la nacionalidad que hasta ahora le
había negado.
Personalmente, yo, que confíe durante tres décadas en el
PSOE, al principio con entusiasmo y, más tarde, con la resignación de los
abducidos por el bipartidismo, creo ahora que los socialistas tienen mucha
responsabilidad en el grave deterioro de la convivencia que ha llevado a los
catalanes a una situación que, se resuelva como se resuelva, va a ser
perjudicial para todos.
El problema de los socialistas ha sido, de un tiempo a esta
parte, su falta de coraje, su mezquindad a la hora de pronunciarse desde Ferraz
o de dejar que los socialistas catalanes se pronunciasen, para no poner en
peligro su cosecha de votos en el resto del Estado. Esa mezquindad ha ido
castrando la capacidad de análisis de la ejecutiva federal desde Madrid y la de
casi todos sus votantes, al tiempo que capaba también su mensaje en Cataluña y
el de su partido hermano, provocando deserciones en su seno y una debacle
electoral, de la que tardarán años en recuperarse, si es que finalmente lo
consiguen.
La mezquindad del PSOE, haciendo seguidismo de los populares
en cuanto a su intransigencia frente a cualquier aspiración nacionalista y
renunciando a su defensa del federalismo en esa terca defensa del inmovilismo a
la hora de defender contra viento y marea la integridad de una constitución que
se ha vuelto estrecha y asfixiante en demasiados asuntos. Una mezquindad, la
del PSOE, que ellos, y nosotros mismos, estamos pagando y de qué manera. Por
ejemplo, dejando el nacionalismo de izquierdas que, aunque contradictorio en sí
mismo, existe, en manos de las fuerzas más radicales y dejando morir sin haber
nacido la esperanza de abrir una vía federalista, con la que conseguir colmar
las aspiraciones de una inmensa mayoría de los catalanes y, por qué no, del
resto de los españoles.
Por eso me indigna la verborrea de algunos que parecen haber
perdido, no sólo el pudor, sino la decencia a la hora de hacer declaraciones, como
es el caso de Felipe González, "teme a los viejos, porque no tienen
futuro" que decía un sabio, ese "cogérsela con papel de
fumar" de Pedro Sánchez que levanta la voz y grita a la hora de mitinear
en Cataluña, pero reduce su propuesta para Cataluña a esa
"singularidad" que recuerda a la "diversidad" que cacareaba
el franquismo a la hora de hablar de sus "pueblos y regiones".
No me gusta la deriva de los socialistas y me temo que, una
vez más, en Ferraz preocupa más no dañar la imagen de Sánchez como presidenciales
que dar un mensaje verdaderamente esperanzador, proponiendo una salidas honrosa
e inteligente para unos y otros. No. No me gusta esta situación y, porque creo
que sus votantes se lo merecen, me gustaría que se aclarasen.
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1 comentario:
Tema complicado...
Saludos
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