unque nunca lo reconocerán, las fuerzas que defenderán el
proceso de independencia en la próxima legislatura del Parlament de Catalunya
le deben mucho al peor jefe de Gobierno que ha tenido España desde que recupero
la democracia. Quienes se hicieron ayer con la mayoría tiene que dar las
gracias a Mariano Rajoy, porque, con su infinita torpeza y su evidente
desprecio a los ciudadanos de Cataluña y sus aspiraciones, ha movilizado a una
gran parte de sus votantes.
Mariano Rajoy es tan perfecto en sus imperfecciones que es
capaz de actuar con la torpe miopía que le caracteriza, anticipándose, incluso,
a su tempo. Así, pensando únicamente en el beneficio electoral que le
reportaría en el resto del Estado, envió al Tribunal Constitucional un
estatuto, el de 2006, que había sido aprobado por el Parlament de Cataluña,
contaba con el visto bueno del Congreso, y que, sancionado por el rey, fue
refrendado por la mayoría de los ciudadanos de Cataluña, algo que no fue sino
un insisto a los catalanes y a su inteligencia y que yo, como demócrata,
también tomé como una afrenta que, antes o después, tendría consecuencias, como
las que ha tenido.
Aquella fue la semilla de la que brotó el llamado
"proceso" que, de momento, nos ha llevado hasta los resultados de
ayer y que, si la sensatez de unos y otros no lo remedia, puede llevarnos a
territorios no deseados y más que difíciles de transitar. Los catalanes, al
menos muchos de ellos, se sintieron como víctimas de una injusticia, puesto que
su estatuto, el que el TC echó abajo en varios de sus artículos, algunos
vigentes en los de Andalucía y otras autonomías, se sintieron legitimados para
emprender un nuevo camino, al margen de la ley o retorciéndola, ya que el
estatuto aprobado por el camino recto no había sido respetado.
Con su corteza de miras, Rajoy, abrió la caja de Pandora del
soberanismo, que acogió en sus filas a la maltrecha y hoy escindida CiU y que,
con Artur Mas en la Generalitat, encontró la oportunidad y los medios para
iniciar el camino hacia la, por el momento hipotética, independencia, un camino
emprendido ante un PSOE y un PSC, débiles, desconcertados y en ocasiones
enfrentados, e incapaces de modular las aspiraciones soberanistas de los
catalanes.
Por si fuera poco todo lo dicho, Rajoy no supo o no quiso
reaccionar ante la convocatoria electoral de ayer, optando por retrasar las
generales hasta diciembre, sólo para aprobar deprisa y corriendo unos
presupuestos hipoteca que dejar como herencia al gobierno que salga de
ellas. Quizá la coincidencia de una y otra convocatoria hubiese atemperado los
resultados de ayer, sobre todo porque tanto él como sus ministros y su
cuadra de contertulios hubiesen tenido otras cosas en que pensar y quizá no
hubiesen dicho ni hecho tantas tonterías. Quizá así no se hubiese invocado al
ejército, no se hubiesen sacado a relucir pasaportes n fronteras inexistentes,
no se hubiese arrojado a los catalanes fuera de Europa, a las tinieblas
exteriores, no se hubiese movilizado a la diplomacia en busca de los apoyos de
Cameron o Merkel, que bastante tienen ahora con lo suyo, o del mismísimo Obama,
que sabía muy bien lo que tenía que decir, pese a la traición del traductor.
Tampoco hubiese sido necesario "adornar" las palabras de Juncker con párrafos
nunca dichos, ni habría sido necesario movilizar al gobernador del Banco de
España ni a las fuerzas vivas de la Economía en Cataluña.
Pero Rajoy es torpe por naturaleza y más aún parecen serlo
quienes le rodean, porque, el mismo día en que Merkel le bendijo con su apoyo,
su grupo parlamentario, con el candidato García Albiol de vedette, presento un
proyecto de reforma del Tribunal Constitucional, para dotarle de capacidad ejecutiva.
Un candidato, el ex alcalde de Badalona, barrido ayer por los independentistas
en su feudo, que fue el otro "gran acierto" de Rajoy, embroncando la
campaña, hasta el punto de que la bronca acabó volviéndose contra el propio
presidente, privándole de los baños de multitud, incluso rodeado de agresivos e
imprudentes escoltas como el de la foto, que echó mano a la pistola por el mal
cálculo de los asesores de su "jefe", que, a partir de entonces prefirio la protección de los hoteles y salones para sus encuentros y mítines
En resumidas cuentas, Rajoy y su partido, con su eterna
actitud de dejar que las cosas se pudran, con su manía de meter palos en
avisperos que no deberían haber sido tocados, con su torpeza verbal, con su falta
de capacidad e interés, con su legendaria vaguería, capaces de dejarle en
evidencia ante una puntualización del periodista Carlos Alsina, para
convertirse en la estrella de los mítines de Junts p'el si... Rajoy, insisto,
es el verdadero artífice del triunfo de la lista en la que se escondía Mas,
algo que en cualquier otro país le llevaría a la dimisión, pero que aquí ha
resuelto con su vuelta al silencio. Por eso, cuando Junqueras ayer agradecía a
candidatos e interventores el éxito de la jornada, muy bien podría haber
concluido con un "moltes gràcies, senyor Rajoy".
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1 comentario:
Incompetencia....
Saludos
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